Huella y presencia (tomo VI)
DISTINCIÓN ACADÉMICA PROFESOR EMÉRITO: DR. ALFREDO jADRESIC VARGAS vertir la extensión, ampliamente, en una de las dimensiones del rol nacional de la Universidad de Chile. La posibilidad de la Universidad de Chile de ayudar a las univer- sidades regionales merece especial atención. La vinculación entre ellas debiera favorecerse mediante un programa especial de pro- moción con un adecuado financiamiento por parte del Estado. Corresponde a las universidades contribuir a asegurar el desarro- llo pleno de la sociedad con un alto contenido ético, acorde con los valores esenciales del humanismo y el respeto a los derechos huma- nos. Nada es más importante en la misión de la Universidad que la formación integral de las personas. Los valores que pueden conducir a conformar una sociedad mejor son parte principal de la educación. Las universidades no pueden convertirse en institutos orientados so- lamente a favorecer la movilidad social de los profesionales que for- man. La educación no es sólo un medio para otros logros sino un fin en sí misma. La enseñanza universitaria debe destacar el sentido de solidaridad social, como un elemento ético fundamental de la forma- ción de ciudadanos. Lo que ocurre en el mundo no es ajeno al individuo. Resulta im- propio plantear, particularmente e n la educación superior, el apoliticismo. El apoliticismo suprime la actitud crítica y constructiva con que el individuo puede pesar en el destino de la sociedad que afecta su propia existencia. La democracia no funciona con ciudada- nos mal informados y sin clara conciencia de las proyecciones de las políticas nacionales o internacionales. Particularmente en la Universidad de Chile, la formación general renovada constituirá un proceso, para facilitar que aquellos que tra- bajan en una disciplina comprendan la actitud intelectual y emocio- nal de los que trabajan en otros campos, sus criterios de valoración y su visión del universo y la realidad. Conocimiento y percepción que aumentan la tolerancia y el respeto a la diversidad humana. Hay que superar el individualismo y la valoración de la agresividad de la sociedad actual. La agresividad no es una virtud. El carácter competitivo no es el factor primordial de progreso de una sociedad y puede pervertir grandemente las relaciones humanas. La agresividad conduce a considerar al compañero un adversario y termina por con- formar una sociedad de triunfadores y perdedores. Deberíamos reemplazar la competitividad por la colaboración so- lidaria -que favorezca el intercambio amplio de experiencias, ideas, 131
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