Huella y presencia (tomo VI)
DISTINCIÓN ACADÉMIC.A PROFESOR EMÉRITO: DR. JAIME ZIPPER tratar de mencionar algunas cosas que se vienen a mi memoria y que a mi parecer dan cuenta de lo que es el Dr. Zipper en este aspecto. Para eso debo remontarme a la época de cuando llegué a trabajar a su laboratorio el año 1976. Yo venía de Concepción, don- de nací y estudié mi carrera profesional, así es que estaba acostum- brada a vivir en una ciudad más cálida que Santiago, en un ambien- te familiar lleno de cariño y en una Universidad también llena de calidez, compañerismo, aprecio y preocupación por las personas. Con este espíritu y alma de provinciana, llegué un día a trabajar al Depto. de Fisiología de la Facultad de Medicina y al poco tiempo ingresé al laboratorio del Dr. Zipper donde trabajaban también el Dr. Mario Medel y Sylvia Angelo. La verdad es que nunca voy a ter- minar de dar gracias a Dios por haber puesto en mi camino al Dr. Zipper ya que él me acogió con esa misma calidez a la que yo estaba acostumbrada y, lo que es más importante, me encontré con una persona intachable y de una calidad humana difícil de encontrar en estos tiempos. El poder formarse con una persona como él cuando uno está empezando un camino, es algo maravilloso, y que no todas las per- sonas tienen el privilegio de tenerlo. Recuerdo que, poco después de llegar, le pregunté qué podía yo hacer en investigación y él, con su forma tan sabia de ver las cosas, siempre respetando la libertad de las personas, me contestó: "Piense en algún problema que a us- ted le gustaría resolver en el área de la Reproducción, investigue cómo podría hacerlo, lo discutimos y lo hace". Por supuesto, que él nunca supo que esto para mí fue algo terrible en esos momentos, ya que yo estaba llena de conocimientos pero tenía cero experiencia en aplicar esos conocimientos y menos en un tema que no domina- ba en absoluto. Bueno, empezó mi calvario (así lo percibía yo en esos momentos) representaba un tremendo desafío cual era de- mostrar mi capacidad de plantear un problema que fuera intere- sante y que pudiera llevar a cabo. Mientras más leía más me deses- peraba, primero porque no se me ocurría nada y luego porque cuan- do creía que había logrado encontrar un tema importante no tenía la menor idea de cómo hacerlo. En esas incertidumbres tremendas me encontraba, cuando un día el Negro Erasmo llega y me dice: "¿Hasta cuando vas a estar calentando ese asiento leyendo y leyen- do, que no ves que se te van a quemar las pestañas?" Yyo le respon- dí contándole mis angustias. Entonces él me dijo: "Yo voy a hablar con Bernardo y te vamos a enseñar ". Bueno, para los que no los 113
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