Huella y presencia (tomo V)
Hl' ELLA Y PRESENCIA V Volvió e l Dr. Alessandri d e la A.P. donde le colocaron cinco puntos y un apósito sobre la herida, que lucía como una condecoración. Fue recibido por todos de pie y con aplausos. Volvió a su asiento y dirigiéndose ajiménez Díaz: "Dr. , ahora puede continuar su conferencia", y Jiménez Díaz le res- pondió, recordando la presentación del Dr. Alessandri, "Gracias, ahora sí me considero en mi país". En otras oportunidades he comentado la fisiognomía polifacética del Dr. Alessandri, única, irrepetible, que lo destacó ya en el colegio y en la Escuela de Medicina, en la que siendo alumno se constituyó en profesor de sus com- pañeros de curso y de cursos inferiores a solicitud de ellos, y más tarde por su defensa de los principios éticos y morales en el ejercicio q,e la profesión médica. Yeste fue e l ambiente estudiantil del barrio Independencia cuando en- tró en la escena don Carlos Martel, aventurero francés que llegó a Chile en la segunda década del siglo pasado, una vez terminada la guerra mundial del ' 14. No se supo si era su nombre de pila, si adoptó el de un general de esa guerra o el de Carlos Marte) (687-741 dC), hijo de Pepino Heristal, padre de Pepino el Breve y abuelo de Cario Magno. Rechazó a los árabes que pretendían desde España invadir Francia, en la Batalla de Poitrier. Tam- poco quedó constancia cómo llegó a integrarse al grupo de estudiantes de Medicina: ¿espíritu aventurero, afinidad de carácter? Sí, que rápidamente se constituyó en el coordinador irremplazable de sus actividades paramédicas y organizador d e sus programas sociales. Pero, como todo tiene su fin, va- rios años d espués sus compañeros de parranda encontraron a don Carlos . Marte) en una de las mesas del pabellón de anatomía, tal como vino al mun- do: pálido, frío, rígido. Quizás como final de la resaca de una fría noche de invie rno. No quisieron abandonarlo a su destino: la fosa común. "Les amis dans le besoin". Tras una breve delibe ración, de común acuerdo, decidie- ron su plagio, pero a dife rencia de la actualidad de cuerpo presente, previa evisceración y formalina para embalsamarlo. Así don Carlos podría seguir acompañándolos, pero no ya como coordi- nador de sus programas, sino como "convidado de piedra", pero de carne y hueso e n sus libaciones y comidas, sentado a la cabecera de la mesa del comedor, como antes, con una copa en la mano , accionada por una rolda- na, alzando su brazo al coro unísono de ¡don Carlos Marte! salud! Pero también esta aventura tuvo su fin y el último sobreviviente del grupo se lo llevó a su fundo y lo alojó en una bodega (secuestro calificado). Al morir este, su viuda, ya sea por temor a que el difunto le penara o para evitarse problemas judiciales por albergar un cadáver insepulto, decidió e nviarlo como momia al Museo de Historia Natural, para lo cual llamó a su Director don Humberto Fuenzalida, quien aceptó gustoso, pues tenía otra momia auté ntica, la indiecita del cerro El Plomo. Grande fue su sorpresa y más su estupor cuando se vio frente a un cadáver humano embalsamado, insepul- to, indocumentado, sin certificado de defunción. Después de muchas cavi- 70
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