Huella y presencia (tomo V)

HUEU A \' PRESENCIA V Cuantos amo res germinaron bajo la sombra azul de losjaca randá en flor, la mayoría breves, efímeros, simples amoríos ("Amores d e estudiantes flores d e un día son") . Pero algunos no fue ron efímeros como las flo res, pues trasplantados en más de un corazón masculino re brotaron y flo recieron por años hasta que las desarraigó el destino y las marchitó el tiempo. Pero igual que aquel verano del 27, persistieron como una siempreviva en el jardín de los recuerdos. UNA REFLEXIÓN Tengo frente a mí una fotografía panorámica, que también guarda Laurita, como un recuerdo de nuestros años do rados. Corre,.sponde al ter- cer año de Medicina. La figura central , estela r, es nuestro Profesor de Quí- mica Orgánica, e l Dr. Eduardo Cruz-Coke. Recorro con la vista a todos mis compañeros, la casi totalidad presente sólo en la fotografía. Vuelvo sobre mis pasos por los caminos del tiempo e n busca de mis pisadas ya borradas por el viento de los años. Pienso y medito. Cuantos él-amos y cuán pocos quedamos y cuánto nos considerá bamos en nuestra incipiente, parcial, opti- mista y quizás vanidosa autocrítica . Tal vez podríamos haber sido algo en consideración a nuestra juventud. Pero e l haber llegado a ser alguien en el curso d e nuestras vidas no sólo profesional , nos costó mucho más que tiem- po. ¿Y para qué? LA GENERACIÓN DEL '20: Los estudiantes de Medicina de la Unive rsidad de Chile de fines de la segunda década del siglo pasado, en su mayoría de las provincias y exu·anje- ros, vivían en pe nsio nes e n el perímetro de la Escuela: Independencia, Carrión, la calle de mi infancia y adolescencia, O 'Higgins (Camero actual) , Bezanilla, Sevilla, Santos Dumo nt, Panteón (Zañartu) , etc. La calle Carrión po r 1915 era de tierra, como cuaesquiera calle de cam- po. Primero fue vestida con huevillos (piedras de río) y después revestida con asfalto. Formaba parte del barrio de la Cañadilla en la Colonia y por ella transitaban entre Independencia y las Hornillas (Fermín Vivaceta) las huestes de Manuel Rodríguez, según la tradición, haciendo un alto a mitad de la calle en una casona con una fuente, que alcancé a conocer en 1920, y que en pleno siglo XX, en vez de ser conservada y restaurada, como una reliquia histórica del patrimonio nacional, fue arrasada por un complejo habitacional vulgar y sin alma. Carrión era conocida como la boca del lobo por su precaria iluminación. Se usaban las mal olientes lámparas a carburo. Noches muy oscuras, tene- brosas, pero en compe nsación teníamos algo que tributó al progreso: cielos de diáfano azul, en el mes de la Patria, decorado por volantines con la ban- dera chilena auténtica y tardecitas tibias de sol, con música evocadora de organilleros, e n los mela ncólicos días de otoño. Las serenatas nocturnas, reminiscencia del siglo anterior, e ran frecue ntes 66

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=