Huella y presencia (tomo V)
DR. ARMANDO ROA Lo más grato para el equipo médico es sanar, ahuyentar lo ,psíquico y corporal; pero cuando no se puede curar porque el estado actual de los conocimientos no lo permite, también es d e su obligación cuidar y alentar al incurable y por fin ayudar a bien morir, pues su compromiso es con la vida humana entera, en cualquier condición que se dé, desde la gestación hasta la muerte. Para la medicina no hay seres privilegiados y desampara- dos, superiores o inferiores, tocios son acreedores a idéntica consideración y a idénticos desvelos. Aprender esto no es fácil, dada la tendencia natural del hombre a las prefere ncias e injusticias, y exige del médico y de los que colaboran con él, desde que se inician en la carrera, un cuidar constantemente de la rectitud ética de su alma, a fin de no caer en las tentaciones de la vanidad, d el orgu- llo, de la pereza, de la irresponsabilidad, p ermanente al acecho. Todo hom- bre d ebe llevar una existencia ética, pero el lugar donde la ética encuentra su morada habitual, donde no puede faltar, donde se refugia cuando el mundo la abandona, es en el área médica, pues en su ausencia ésta no podría ni siquiera aspirar a una mínima existencia. Es posible afirmar que medicina y ética son casi dos nombres para una misma realidad. Nadie se atrevería a entregarse a un médico, a una enfermera, a un tecnólogo, des- preocupado, desafectivo, ignorante, aprovechador. Por eso en los comien- zos d e su his toria aparece grandiosamente como ciencia y como ética. Hipócrates, su fundador, es origen en el mismo momento, de la medicina científica y de la ética médica. Su Juramento sobre los deberes y derechos de nuestra actividad vocacional, sigue teniendo vigencia permanente, es viva luz para el actuar médico de todos los tiempos, y debe estar incorporado, meditado y respetado en vuestra mente desde hoy mismo. Por eso, paralelo al celo por aprender las ciencias, técnicas y artes configuradoras del saber médico, debéis preocuparos por adquirir una clara conciencia ética, por- que en e l ejercicio de vuestra actividad la necesitaré is a cada instante, si queréis la honestidad y la paz para vuestro ser íntimo. La ciencia experimental en la cual se fundamenta la medicina, es quizás si lo mayor creado por el hombre moderno y ha sido e n buena parte obra de las Universidades, aun cuando puede cultivarse también fuera de ellas. Lo que le da su matiz propio y único al universitario de cualquiera de las Carreras Médicas, es la entrega a la ciencia como un modo de hacer más feliz la vida del hombre marcada desde dentro por la caducidad y el sufri- miento, procurando la conciliación de estos enigmas -vida y muerte- que la 29
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