Huella y presencia (tomo V)

HUéLIJ\ Y l'IU,~<;E:-JCIA V 1866-1937. LUCAS SIERRA. Grandes cirujanos ha habido siempre en Chile. El más grande de todos es, indiscutiblemente, Lucas Sierra. Nacido en hogar de escasos recursos, porque eran muchos los hijos, llegó a través de una carrera ejemplar en el esfuerzo, el trabajo y el eswdio, a la más alta situación en la enseñanza y en la profesión. Al celebrarse los 25 años de su vida de profesor, dijo: "la pobre- za ha sido para mí el mayor acicate para el estudio". Formado junto a M. Barros Borgoño, de alumno pasa a interno, de aquí a ayudante; después, Jefe de Clínica y Profesor Extraordinario. A los 37 años sucede a su maestro en la cátedra de Clínica Quirúrgica. Su vida es un torrente de actividad; la enseñanza lo subyuga. Su espíritu está abierto a todo lo que signifique pro- greso. Viaja extensamente a Inglaterra, Francia, Alemania y los Estados Uni- dos. Da a la cirugía en Chile un rumbo no conocido. Combina en forma muy acertada las ideas científicas, la gran clínica y la técnica, a veces audaz. Procura rodear sus actuaciones en el anfiteatro de operaciones de la mayor seguridad posible. Desde muy joven, forma discípulos y, durante muchos años, los grandes centros quirúrgicos de Chile estaban dirigidos por sus an- tiguos alumnos, ayudantes y colaboradores. En 1897 practicó la primera in- te1·vención quirúrgica sobre la vesícula biliar que se realizó en Chile. Fue incorporado en 1920 como Miembro del American College of Surgeons. En 1922 fundó la Sociedad de Cirugía de Chile. Durante dos años fue Director General de Sanidad. Es autor de numerosas publicaciones cien- tíficas, especialmente acerca de cirugía abdominal y del cáncer. Pocas veces la idea del servicio público, realizado con gran elevación de espíritu y gene- rosidad de alma, ha alcanzado una expresión más acabada que en la perso- nalidad de Sierra. Alto y enérgico, sencillo y bondadoso, trabajador que no conoció el cansancio, Sierra cruzó el escenario de la vida nacional, con paso ágil, encarnando un personaje de primera calidad. Fue lo que quiso ser: un gran cirujano. Jamás se apartó del hospital en donde estaban los predilec- tos motivos de su vida: el enfermo y el alumno. 1867-1939. ALEJANDRO DEL RÍO. Los países iberoamericanos han encontrado en su desarrollo grandes dificultades en los problemas de orden sanitario. La esu·uctura del terreno, los climas, las distancias entre centros poblados, crean un ambiente difícil de dominar. En la historia médico-social de Chile hay un hombre que cons- tituye la suma de todas las máximas capacidades, el más firme de los carac- teres y el mayor número de virtudes para promover a un alto grado los pro- blemas de la salud. Es Alejandro del Río. Alumno sobresaliente, es médico a los 22 años; desempeña varios cargos en la enseñanza y, desde 1895, perte nece a la Facultad de Medicina. Logra 214

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