Huella y presencia (tomo V)

DR. GERARDO StlÁREZ Afortunadamente para mí empecé a leer libros sobre lógica matemática o lógica simbólica, como también suele denominarse. Esta disciplina empe- zó a gestarse en forma sistemática en el último cuarto del siglo diecinueve con la publicación de la primera obra de Gottlob Frege, considerado por muchos el fundador de la lógica matemática. Específicamente, yo por casua- lidad encontré en mi casa un libro de Alfred Tarski en castellano, Introduc- ción a la Lógica y la Metodología de las Ciencias Deductivas, donde aprendí que las reglas del pensamiento racional se pueden enunciar utilizando un lenguaje simbólico en que la afirmación o negación de oraciones así como cortjunciones que las unen se expresan por medio de símbolos universales en reemplazo de palabras de los idiomas vernáculos (inglés, castellano, etc.). Este formalismo lingüístico permite rigurosamente contruir en forma mu- cho más eficiente un sistema de cálculo de la veracidad de afirmaciones. Es posible así enunciar reglas o "teoremas" lógicos, que e limina toda posibili- dad de ambigüedad y, además, suministra las herramientas para expandir enormemente la posibilidad de inferir la veracidad de una proposición a base de la veracidad de otras, mediante teoremas lógicos que ligan proposi- ciones. En suma, este aparato de cálculo de proposiciones permite estable- cer la veracidad o falsedad de aserciones compuestas derivadas de proposi- ciones primarias unidas por operadores simbólicos. Es un cálculo en que los elementos son oraciones, afirmaciones, no entes matemáticos. El éxito de este enfoque formal h a sido enorme. Baste mencionar los Principia Mathematica, e l opus magnum en tres volúmenes de Bertrand Russel y Alfred North Whitehead publicado a comienzos de l siglo veinte donde los autores exitosamente fundamentaron lógicamente gran parte de la matemática utilizando un sistema lógico-matemático construido por e llos. Yo quedé sorpresivamente estimulado un día por un condiscípulo de la es- cuela de medicina, Rolando Chuaqui, cuando lo vi leyendo el mismo libro de Tarski a que me referí antes. Se generó una amistad creciente entre no- sotros y pude percatarme que él estaba muy avanzado en estudios lógicos y matemáticos extracurriculares. Posteriormente, gracias a su iniciativa, fun- damos la Sociedad Chilena de Lógica y Metodología ele las Ciencias, que se inició con un grupo pequeño y diversificado de miembros que incluían, entre ou-os, un compositor de música (Gustavo Becerra) y un estudiante de Derecho que estaba escribiendo su tesis de graduación sobre e l tema origi- nal de una lógica normativa. Rolando Chuaqui, quien fue también colega mío en e l Instituto de Química Fisiológica, abandonó las ciencias experi- mentales para dedicarse completamente a la lógica matemática después de doctorarse en esta disciplina en la Universidad de California en Berkeley. Posteriormente fue nombrado decano de la carrera de matemálicas en la Universidad Católica de Chile. El número de matemáticos puros aumentó enormemente gracias a su esfuerzo docente e investigador. Rolando Chuaqui fue uno de los amigos a quien más h e estimado, tanto por la altura de su inte lecto como por sus valores éticos y humanos en general. El me ayudó en 177

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