Huella y presencia (tomo V)
DR. GUIUERMO c. BLEST cina. La omnipotencia misma, los elementos que nos rodean, el mar y la tierra, los secretos de la naturaleza, en fin, todos los objetos animados o inanimados del grande universo son comprendidos en ella. La miseria en todos sus aspectos, las enfermedades en todas sus formas, el estado físico y moral del hombre desde su cuna hasta su sepulcro, forman los interesantes y constantes objetos de su contemplación. Bajo este vasto punto de vista, es preciso que ustedes consideren la profesión médica, y por consiguiente an- tes de dar un paso más adelante, suplícoles, por todo lo que es más caro al hombre, por su propio honor, por la cultura quietud de su conciencia, y por el bien de la humanidad doliente, que consulten exacta y seriamente sus potencias físicas y morales para saber si son o no capaces de soportar el peso inmenso que ustedes piensan cargar sobre sí. Si creen que son adecuados a todo esto, comiencen desde luego sus tareas y no permitan que cosa alguna los distraiga de esta noble y filantrópica determinación. Hagan ustedes que un estudio incesante y cuidadoso sea la base de su profesión, que les hará útiles a sí mismos, a sus familias y a la comunidad. No carecen ustedes de cosa alguna para sus estudios, porque alumnos de Medicinajamás han prin- cipiado bajo mejores y más lisonjeros auspicios. Ustedes cuentan no sola- mente con la protección, sino con la declarada y empeñosa tutela de un Gobierno liberal y sumamente decidido y deseoso de proteger y adelantar todas las ciencias y artes útiles a la sociedad; y a más de esto, principian en un país donde no existen las fuertes e inveteradas preocupaciones, tan co- munes en Europa, contra la disección de cadáveres; donde ustedes no tie- nen que gastar nada para su enseñanza, donde la Clínica en los hospitales está abierta para todos los que quieran valerse de ella, en un país, por fin, donde todos los elementos capaces y necesarios para dar un conocimiento profundo en todos los ramos de la ciencia médica existen en superabundan- cia. Finalmente, permítanme decirles que cuando ustedes entren en la prác- tica de la Medicin¡l, necesitarán ejercer constantemente toda su paciencia y prudencia. Los largos y continuados sufrimientos de algunos, la ligereza e ignorancia de otros, y la ingratitud y mala fe de unos pocos, los harán a ustedes frecuentemente ser objetos de la más falsa y envenenada calumnia, pero en estas delicadas y penosas ocasiones no olviden jamás la dignidad de su carácter, repriman sus sentimientos ofendidos y miren la recompensa de esta naturaleza como parte de los males y chascos incidentes de la vida. Con- ducirse siempre con una conciencia recta y pura, no traicionar nunca los secretos o confianza de sus pacientes, ni valerse jamás de la credulidad o ignorancia de ellos para efectuar miras particulares. Respecto a la inmediata asistencia a los enfermos.jamás se guíen por la indigna y pusilánime doctri- na de la conveniencia individual, porque en toda conducta humana no hay más que dos caminos: el malo y el bueno, por consiguiente, nunca permitan consideraciones personales que impidan la ejecución de las medidas que su razón y la experiencia dictan como precisas, aunque usándolas se expongan a censuras abiertas o insinuaciones secretas. "Ningún hombre -dice un céle- 19
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