Huella y presencia (tomo V)
La ciencia y el arte ele la medicina la adquirimos no sólo por medio de las clases y el estudio, sino por la realización práctica de las mismas. La forma- ción integral, en términos de conocimientos, deslrezas, habilidades y actitu- des era la tónica e n tod a la Escuela de Medicina pues aún, cuando existían cátedras paralelas, la mecánica docente era , en todas, igual. La soltura de manos y de p ensamiento fue una de las características mas sobresalientes de los egresados de aquella época. Espero que esta virtud se haya conservado a través de las diversas reformas. La Posta fue olra gran experiencia cuajad a de vivencias provechosas. Au n cuando d e bíamos llevar e l "tóxico", si nos tocaba e l turno coincidiendo con la hora de once, e l p rovecho obtenido fue invaluable. De ese período no olvido el caso de un hombre que llegó a la Posta con un corte en la cara a consecuencia ele un asal to. El instructor me orientó y me indicó que lo mejor era colocar gran cantidad de puntos bie n ce rca uno del otro. No recuerdo cuánto tiempo me Lomó e l procedimiento, pero me sentí satisfecho al terminar. Poco tiempo después, mientras Lransitaba por Bandera cerca del Zeppelín , noté en cierto negocio un roslro que me pare- ció conocido. Efectivamente se Lrataba del paciente de mi cirugía plástica. Casi no se le no taba la herida y se moslró sumamente agradecido cuando le dij e quien era yo. Como su negocio era planchar sombreros, Luve plancha- do gratis por un buen tiempo. Mi excursión como estudiante me llevó más alhi ele Santiago. Mucho más allá. Por ese entonces el Servicio Nacional ele Salud permitía que los eslu- diantes, al finalizar los cursos de medicina y cirugía, fungieran como reem- plazantes de médicos que se acogían a vacaciones en diversas provincias. Nos pagaban el pasaje en el "Flecha" (Lren rápido de la época) y nos ciaban a loja- miento y comida en el hospital. De esta manera estuve en Puerto Aisén y e n Temuco. En el primer reemplazo el frío no me permitió gozar a plenitud ele la belleza del paisaje. En Temuco fue diferente. Aprovechaba, el tiempo dis- ponible, después de Lerminar e l Lrabajo en salas y quirófanos, para ir al cuar- to de urgencias, y también para salir e n la ambulancia a buscar pacienles e n las inmediaciones. El encargado de la ambulancia tenía mucha experiencia en eso de transportar pacientes pero sobre todo era un gran conocedor de la región, por lo que resultó un guía extraordinario y me permitió conocer los lugares aledaños. Pero, en una ocasión, me jugó una mala pasada. Salía con la ambulancia a responder un llamado y, como de costumbre, le pregunté si podía acompañarle. Pues claro patrón, me respondió, y subí a la ambulancia. Al llegar a su destino noté una gran excitación, mucha genLe reunida y con evidentes muestras de ansiedad. El concluCLor se bajó de la ambulancia y levantando los brazos, como para imponer silencio, exclamó: "No se preocupen que aquí viene e l doctor". Yo quise que el piso del aulo se desintegrara y bajar hasta el centro de la tierra, tal era mi sensación de pánico. Mi amigo, por lo menos eso h abía creído hasta ese momento, abrió la porlezuela de la ambulancia y me dijo: " véngase conmigo." 169
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