Huella y presencia (tomo V)

HU, 1.1.A Y l' IU~~F.!sCIA \/ El incendio ocurrido sólo tres a ños antes, en 1948, la reubicó e n Borgoño . Del prime r año me impresio nó e l p rofesor Cerutti, a cargo de Química inorgánica. Subía y bajaba los pizarrones lle nándolos de fórmulas químicas. Pa ra mí aquello e ra sánscrito, pero é l decía: "esto ya lo vieron e n el bachille- rato, sólo es un repaso". La verdad es que yo nunca h abía visto nada pareci- do. Pa namá es un país de servicios, lo que sea que eso signifique, pero no es industria l. Por e llo la química y la físi ca e n nuestras escuelas no son ma te rias de mayor exigen cia. En matemá tica , en cambio, aven taj ábamos a los chile- nos. Nuestros conocimie ntos en álgebra, u·igonome u·ía y cálculo infinitesimal era n impresio nantes; pero e n medicina, ¿para qué me serví<\<' Recuerdo un incidente que me ocurrió e n el casino de Lauri ta . Jugaba ajedrez con un compañe ro y después d e ganarle por dos veces consecutivas se incorpo ró y muy airado me increpó dicie ndo "en aj edrez eres bue no, pero d e an atomía no sabes ni m ..." Va rios de los compa ñeros que se e ncontraban p1·esente se apresu raro n a ll evarme aparte p resen tando excusas por lo impropio de l compo rtamiento del compañero. La verdad es que sent í esta agresividad como un resenti- mie n to h acia mi persona. Sólo al fina l d e curso de Embriología, d uran te los exámenes finales, creo que capté la razón de aquel resentimiento. El profesor Badinez iniciaba el interrogatorio preguntando sobre la condi- ción de exu.cmj ero y sobre la recepción de dólares que permitía una vida cómo- da y propicia para la jue rga. A los exu-anjeros esta situació n nos creaba un esta- do de angustia y disturbaba o perturbaba nuesu-a capacidad de respuesta. Cre í vislumbra r que había cierto resentimiento en estos compor tamie n- LOs, el u no muy manifiesto y el o tro un tanto oculto , y lo atribuí al h echo d e que de los 150 cupos para estudiar medicina, 50 e ran reservados para ex- tranj e ros. Por o tra parte, los chile nos de bían obten er cierto puntaj e en el bachillerato para pod er optar por una plaza y, además, participar en una prueba de admisió n donde se presentaba un núme ro de candidatos que superaba po r más del doble la cantidad de los cupos dispo nibles. Los extranjeros estábamos exentos de estos inconvenien tes. Lo triste, y la causa, atribuida por mí al resentimie nto, era que sólo un 10% d e los ex- tranjeros sobrevivía a los primeros ai'los. Una cantidad de cupos impresio- nan te que se pe rdía para los aspirantes chilenos. Pero a fuer za de honesto d ebo reconocer que e l profesor Badinez era, si bien estricto , tambié n sumamente justo. Al estudiante que se sabía la mate- ria lo ap robaba y al que no, lo citaba para ma rzo. Aunque fue ra chileno. Más que a la Laurita, recuerdo a la Ma ruja, que tra baj aba e n la biblioteca de la escue la e n Borgoño. Pololeaba con un compañero y compatrio ta mío de curso supe rior al nuest ro. Siempre me gustó tocar la guitar ra, y e n Pana- má era frecuente el llevar sere natas. Me lodías románticas cantadas al pi e de la ventana o baj o el balcó n de la muj er amada. El polo lo de la Ma ruja se presentó una noche e n nuestra pe nsió n solicitando nuestra cooperación para llevarle una serenata ya que era la víspera de su cumpleaños. Después 166

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