Huella y presencia (tomo V)
DR.JORr.E LAsso m: IA Vr•:<;A entradas a conciertos, estadía en Farallones, carné escolar, y muchos otros descuentos importantes. En realidad la educación universitaria era gratuita. Mi desplazamiento por Chile obedece a dos razones, una como pensio- nista y otra como estudiante. Como pensionista recorrí casi todo Santiago, saltando de pensión en pen- sión. La privacidad, la a limentación, la temperatura ambiental y la comodi- dad para e l estudio eran factores difíciles de conjuntar en e l mismo ambien- te. Sin embargo, la amabilidad y el calor humano hizo postergar, en algunas ocasiones, el inevitable desplazamiento. Tan cerca de la Escuela de Medicina como Santos 0umont y tan lejos de ella como Plaza Egaña, me llevó mi pere- grinaje. Al comienzo me desplazaba solo. En el transcurso de la carrera se me unieron dos hermanos y varios compatriotas. Algunos en la facultad de Medicina y otros en diversas facultades, pero todos en la misma pensión. En una ocasión, recuerdo que una noche nos sirvieron para la cena nada menos que a lbóndigas de cochayuyo. El sabor tan fuerte a yodo no fue del agrado de ninguno de nosotros, cuatro o cinco. El comedor daba a un patio u·asero con un pequeño jardín bastante bien conservado, donde había dos grandes perros propiedad de la dueña de la pensión. Para no tener que dar muchas explicaciones decidimos convidarte las albóndigas a los perros. Des- dichadamente, a los perros tampoco les gustó e l cochayuyo y el patio ama- neció empedrado de albóndigas. Nadie dijo nada; Ni nosotros para discul- parnos ni la patrona para recriminarnos. Pero la oportunidad del desquite no se hizo esperar mucho. Al poco tiempo de este infortunado incidente, uno de nuestros compañeros amane- ció con una erupción cutánea y fiebre. Mucho nos sorprendió que al otro día no nos dejaran salir de la casa. Las unidades de salub1idad nos impusie- ron una cuarentena porque habían denunciado un caso de extranjero con viruela. Después de muchas precauciones y pruebas de laboratorio determi- naron que se trataba de varicela y nos levantaron la cuarentena. No hubo más cochayuyo, pero a l poco tiempo nos mudamos todos. En otra ocasión estuvimos más de doce panameños en una sola pen- sión. Fue en Rosas 1540. Le llamábamos Stalagg 1540. En éste , nuestro cam- po de concentración , había una empleada muy hacendosa, pero con una manera muy particular de h acer las cosas. Cuando debía hacer el aseo, en vez de decir: con permiso, para que uno se quitara, procedía a efectuar la limpieza alrededor de la persona. Incluso, con sumo cuidado y con la punta de un trapo limpiaba la mesa entre los dedos de la mano que reposaba sobre la mesa. Tratamos de enseñarle a contestar el teléfono..Cuando pre- gunten por alguno de nosotros diga: ¿De parte de quién? Y cuando se iden- tifiquen agregue: Voy a ver si está. Pero fue por gusto, pues ella siempre contestaba de un solo tirón: ¿De parte de quién? Voy a ver si está. Como estudiante, me desplacé no sólo en Santiago sino también por el sur de Chile. Al comienzo el trayecto era corto, desde Plaza de Armas por Puente hasta Independencia. La Escuela estaba cruzando e l río Mapocho. 165
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