Huella y presencia (tomo V)

HUELLA Y PRESENCIA V señor ponderó ante mi padre los méritos de h1 Universidad de Chile y todas las ventajas que yo tendría en caso de estudiar en ese país. Insistió mucho en que los aspectos deportivos no tenían ninguna relevancia en su país, a diferencia de las universidades norteamericanas. Le puso tan- to empeño que logró convencernos de que lo mejor era Chile para estudiar medicina. Yno se equivocó. Dos de mis hermanos me siguieron, en su oportunidad, para utilizar los libros que yo adquiría. Estoy convencido que lo hicieron por vocación propia y no por obediencia filial. Los tres nos recibimos de médicos en Chile; uno se dedicó a la Anestesiología, otro a la Endocri- Di:JorgeLassodeJa Vega nología y yo a la Gineco-Obstetricia. Mi pe regrinaje por Chile fue variado y fruc- tífero. Se inició en Los Cerrillos, a finales de febrero. Para mí, el frío era espantoso; trnnsitaba con abrigo y por la vereda de sol ante la mirada estu- pefacta del resto de los transeúntes. Quizás influía , fundamenta lmente, el frío del alma: la soledad, la añoranza de los seres queridos, etc. Un poe ta nuestro dijo que, "La patria es el recue rdo; pedazos de la vida envueltos e n jirones de amor o de dolor.. ." Todo se confabulaba para considerar que el amigo chileno de Panamá, e n realidad, no lo era tanto. Sin embargo, todo cambió cuando llegué a la Casa Cemral de la Univer- sidad d e Chile en la alameda B. O'Higgins. Mis futuros compa11eros se pres- taron gustosos a ayudarme con los trámites de la matrícula y me hicieron olvidar los recuerdos patrios y fami liares. Su cálida acogida disipó aquella sensación de frío ... Al menos el del alma, porque el del cuerpo se acentuó en los meses subsiguientes. Yo no había vivido nunca eso de las cuatro esta- ciones. En mi patria sólo hay dos. Invierno y Verano. En el verano no llueve, pero siempre la tempe ratura fluctúa cerca de los 30 grados Centígrados. En Chile, parajulio la situación era increíble . El frío penetraba como un cuchi- llo por cualquier rendija: Tanto en la casa cuando se abría u na puena o cuando en el micro la ven tana no ajustaba bien . Lo peor de todo era que, sin importar por donde penetrara, indefectiblemente se dirigía di rectamen- te a mis orejas y no me atrevía a tocarlas poi· miedo a que se cayeran. Sin embargo, las manos fueron inmunes; todos aquellos años sin sabaiiones. Me impresionó lo barato del costo del ingreso a la Universidad. El a1 0 de mi llegada a Chile, 1951, el cambio estaba a 70 pesos por dólar. Hubo gran conmoción nacional cuando llegó a 100. Después, como que ya no llamaba tanto la atención. Yo recibí 50 dólares mensuales durante todos mis a11os de estudio; el cambio me compensaba. No recuerdo cuánto pagué en concepto de matrícula, pero cerca del 80% de esa suma se aplicaba a Bien estar Estu- diantil. Por medio de él obteníamos diversos servicios: médicos, peluquería, 164

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