Huella y presencia (tomo V)
HL'El.lA Y l'RESH,C:IA V asegurar que la parte económica no fuera un factor adverso. Al ingresar a Medicina, el piimer shock fue darme cuenta que primer año era el equivalente a toda la escuela secundaiia en la piimera semana de clases: ¡ El Dr. Livio Paolinelli nos pasó toda la fisica que yo había aprendido en 3 años en una hora! matemáticas, que yo imaginaba enterrada para siempre, enseñada a una velocidad vertiginosa, con cálculo, integrales, etc. en una semana. Aún me pregunto cómo sobreviví, porque todo esto sucedía en medio de mi afición por el can to en el Centro de Alumnos y evadiendo los pasos prác- ticos. Así fue como quedé para marzo con Biología y me tuve que aprender toda la genética en enero y febrero para aprobar el ramo. Cr~ que influyó el hecho de que mi ayudante también cantaba y entendía mi afición musical. Después de los sustos del primer año creo que me puse seria, además, cuando empezamos. Anatomía, tuve muchas dudas de si yo realmente servi- ría para esto: enfrentarme a un brazo encima de la mesa de disección y salir llorando afuera fue una sola cosa. Me costaba entender que esa persona estaba ahí porque había sido tan pobre que nadie la había enterrado y me preguntaba qué derecho tenía yo de usarlo. Me acuerdo que mi ayudante salió a hablar conmigo y me dijo que lo mirara de otro modo, que la muerte de ese pobre ser humano iba a permitir que yo pudiera, más adelante, ayu- dar a otros y que seguramente se sentiría orgulloso de servir aún después de muerto si no lo había hecho en vida. Aún no sé cuánto habrá influido esa conversación pero sé que fui capaz de disectar con mucha prolijidad los tendones extensores de la mano. En todo caso cirugía no es ni ha sido nunca mi fuerte. Los siguientes años fueron de un caos político y social tan grandes que hay que referirse a los libros de historia de la época para darles sentido. Me casé a fines de 1975, mi hija nació en 1976 y empezó un nuevo capítulo: mamá/esposa/ in terna de medicina. Fui ayudante-alumno de fisiología todos esos años y era muy rica la sen- sación de enseñar y sentir que yo e ra parte de la Facultad, que tenía expe- riencia docente, y que algún día podía ser profesora de medicina. Soñar no cuesta nada. Cuando egresé, tres meses después que mis compañeros por haber retra- sado el internado por el nacimiento de mi hija, aún me pude recibir en la misma ceremonia. Fue muy emocionante y significativo para mis padres, mi marido y por supuesto para mí. Entré a trabajar al hospital San juan de Dios, como residente, o sea, sin derecho a participar de las actividades docentes de los becados a no ser que fuera en los horarios en que yo no tuviera actividad asistencial. Eso significó que yo empezaba antes y me iba después que los demás, pero también signi- ficó una formación pediátrica de lujo porque mis rotaciones eran de un año, y en un año se aprende y adquiere más experiencia que en 6 meses como le pasaba a los becados. Así me pasé cinco años, trabajando en Emer- gencia, sala de hospitalizados, consultorio periféiico, teniendo ou·o hijo. 160
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