Huella y presencia (tomo V)

H llEI.IA Y PRESENCIA V que debió esperar hasta 1990, para iniciar su proceso de recuperación. De- safío difícil para las nuevas autoridades universitarias, porque este proceso de recuperación ha debido enmarcarse en un período histórico muy espe- cial, la cultura postmoderna que ha cambiad o el mundo. Entre otras cosas, ha hecho imperativa la globalización de las universidades que no podían escapar a la globalización del mundo. En 1974 me incorporé a la actividad in ternacional. El Dr. Abraham Horwitz, en ese entonces Director de la Organización Panamericana de la Salud y uno de los internacionalistas más grandes que ha producido nuestro país en el área de la salud, me invitó a organizar el programape prevención y control de las enfermedades crónicas no transmisibles en dicha Organiza- ción, en Washington. Necesitaba, según me dijo, un clínico con experiencia en investigación y alguna formación en epidemiología clínica; perfil difícil de encontrar en una institución dedicada a la salud pública, donde las prio- ridades históricas eran las enfermedades transmisibles. Acepté porque creí cumplir con esos requisitos, y porque e l momento histórico me daba la oportunidad para recoger un nuevo desafío. Resol"ví incorporarme a la OPS con la ambición de h acer una contribución impor- tante en un organismo con una misión aparentemente distinta de la que había vivido en mi profesión universitaria. Por ello, en el fondo de mi espí- ritu pensaba permanecer en la Organización no más de dos años. Me quedé 14. Cuán complejas son las motivaciones que nutren nuestras decisiones. El principal objetivo que di al programa de cooperación técnica de la OPS, fue promover las actividades de prevención y control de las enferme- dades no transmisibles dentro de las estructuras de los servicios generales de salud. Pero el sesgo de mi formación académica fue enfatizando cada vez más el componente de la investigación científica, para asegurar la aplica- ción integral del conocimiento actualizado en las medidas de control, y para fortalecer los niveles de atención de mayor complejidad. ta historia está demostrando que, efectivamente, los programas de prevención y control de las enfermedades cardiovasculares, del cáncer, de la diabetes, han sido pro- movidos por los investigadores clínicos en esas especialidades. Entre otras cosas, con el financiamiento del Instituto Nacional del Cán- cer de los Estados Unidos de América, creé el Proyecto de Información e Investigación en Cáncer en Latinoamérica, así como e l Programa Colaborativo de Investigaciones sobre Tratamiento del Cáncer, con nueve centros de Latinoamérica y seis de los Estados Unidos de América. Desarro- ll amos programas de investigación in ter-países sobre prevención secundaria de la fiebre reumática, y control de la hipertensión, y varias investigaciones en servicios de salud para determinar la operatividad de las normas de con- 1rol de la diabetes mellitus, la hipertensión arterial y el cáncer cérvico uteri- no. Puedo d ecir con gran satisfacción que los grupos de investigación de nuestro país, y particularmente de la Universidad de Chile, participaron en todos estos programas. 142

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