Huella y presencia (tomo V)

MISIÓN UNIVERSITARIA Dr. jorge Litvak Cuando se me soliciló esta contribución a los 170 años de la Facultad de Medicina, pensé en la larga trayecloria de mi vida, la! cual la conté con molivo de mi designación como Profesor Emérito de la Universidad de Chi- le. En Chile, no conocí otra asociación que no fuera con la Facultad, desde mi ingreso como estudianle hasta e l Decanalo pasando por todas las inslan- cias intermedias. Viví e l incendio de la Escuela de Medicina en 1948 y la Reforma Universitaria de 1968. Ahora, al volver a encontrarme con la Un i- versidad, me uno al home naje de esta gran Facultad de Medicina recons- truida, reformada, con un liderazgo tan notable e n la enseñanza de las cien- cias de la salud y especialmente en su producción cie ntífica y la fo rmación de doctorados. Ingresé a la carrera académica en la Universidad de Chile en e l te rcer año d e Medicina como ayudante de la Cátedra de Anatomía del Profesor GustavoJirón, y desde entonces ocupé ininterrumpidamente todos los gra- dos de la carrera académica, que culminó con mi designación como Profe- sor Extraordinario de Medicina y, luego, con mi elecció n como Decano de la Facultad de Medicina. El Profesor Jirón fue un gran maestro. Un hombre excepcional, como científico, como docente y como hombre público en el Senado de la Repú- blica. Aprendimos de él a e nseñar la Anatomía, y nos hizo entender el im- portante papel de la universidad en la inte r face entre ciencia y gobierno, para dar a las polílicas y a los programas de cada sector del desarrollo un fundamento científico. Nos hizo ver que era imperalivo en su misión que la universidad debe guiar los procesos sociales y no resislirlos, ampliando así e l campo d e su perfección, su función docente y de invesligación . En lo personal , don Gustavo y su esposa, la Sra Ema, me recibieron en su casa como a uno más de la familia. Con ArturoJirón nos une una entraña- ble y larga amistad probablemente desde que entramos juntos a la Escuela de Medicina. Digo probablemente porque pudo haber sido anterior, tal vez desde que cursábamos los mismos años en el Instituto Nacional. Pero e n- tonces teníamos diferencias irreconciliables: él era de los que entraban al Instituto por Arturo Prat. Yo entraba por San Diego. Recién graduado de médico, el Profesor Ramón Valdivieso me invitó a irme al Hospital San Borja, donde él se hacía cargo de una d e las Cátedras 139

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=