Huella y presencia (tomo V)

ALOCUCION DEL PROFESOR DE MEDICINA DR. GUILLERMO C. BLEST EN l.AAPERTURA DEL CURSO DE ESTA FACULTAD Señores alumnos: El constante y ardiente deseo de mi vida ha sido el coadyuvar a la benéfi- ca tendencia, dignidad, importancia y respeto de la profesión a que perte- nezco; y siendo yo el primero que tiene la honra de abrir las majestuosas puertas de la Medicina al público chileno, ciencia ilustra que me pone en circunstancias de pode r ser útil al país, mi pecho se conmueve por un senti- miento de gratitud hacia el Gobierno que me ha proporcionado los medios de llenar mis anhelos y de que mi nombre se encuentra en su futura Histo- ria. Es demasiado lícita la manifestación de este sentimiento tan natural, pero no quiero ocuparos con este tema, porque hay otros más interesantes. No es mi ánimo emplear el tiempo y atención de ustedes, siguiendo la costumbre generalmente observada por los catedráticos de Medicina en otras partes del mundo, dando principio a nuestras tareas con una historia del origen y progresos de la ciencia médica, porque los asuntos de la profesión misma son tan vastos y tan importantes, que creo llenaremos el objeto de esta reunión mejor y con más provecho, considerándolos sin pérdida de tiempo, más bien que atendiendo a cosas que, aunque interesantes, pue- den, sin perjuicio alguno, dejarse a las horas de descanso, y que a más de esto, van a presentarse a cada paso, sin buscarlas, en el extenso campo que vamos a cultivar; pero antes de continuar esta parte de mi discurso debo advertir, respecto a la Historia de Medicina, que hay tres circunstancias no- tables en ella, muy dignas de vuestra atención: la primera es el grande esme- ro y la infatigable constancia con que los fundadores de la profesión se dedi- caron a cultivarla; calidades que ustedes deben mantener siempre en su . memoria para ejercerla. La segunda es la poca duración, y, a la verdad, la · muy limitada utilidad que resultó de sus doctrinas, que no tuvieron por base el conocimiento exacto de la estructura del cuerpo humano; y la te rcera es la grande y benéfica mudanza introducida en la ciencia por la total subver- sión de estos sistemas de los antiguos, que tan largo tiempo encadenaron el juicio médico de Europa. Ha llegado la época en que los médicos han cono- cido el absurdo de gobernar su práctica por los dogmas escolásticos de los antiguos escritores. Los profesores del día no temen desviarse del ipse dixit de aquellos que se han llamado Padres de la Medicina. El influjo del ser 15

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