Huella y presencia (tomo V)

Hl' ELI.A Y l'IU~W.i\'CIA V poductos de desvaríos e, incluso, irreverentes. Esta es razón de más para que en cada generación o cultura, a veces en promociones privilegiadas de egresados que quieren sublimar esta profesión de fe, surja una versión más o menos propia o emblemática en que se refleja una nueva mística, para hacer relevante la dedicación de servicio y compromiso, generalmente amagada por los hábitos contemporáneos. (Ver T ABU\ N 2 5) . 11 Lo opuesto resulta en el ominoso diagnóstico, referido por Konner (cita de Thompson) , " 2 relacio- nándolo con la carencia de humanismo, de que "la medicina americana es una tierra espiritualmente baldía y los médicos son impotentes para enfren- tar temas de la vida y la muerte si no lo hacen con un examfn, un medica- mento o un bisturí". Si no fueran estos aspectos, que se destacan en cada voto como se des- prende de la admonición previa, condicionantes universales que inciden en la centralidad del acto médico, en el tono y contenido de la relación clínica y, de algún modo, en la efectividad de los cuidados -que es lo que e l pacien- te aprecia como lo más concreto (aunque puede no ser lo más decisivo) del encuentro con el profesional, a quien otorga la mejor calificación yde quién exige la mayor dedicación-, no valdría la pena preocuparse de conferirles una formulación renovada. No obstante ser menos específicos que una pres- cripción o un procedimiento que debe ser cumplido y aplicado con iiguro- sidad científica, para que pueda ser eficaz y satisfacer ciiterios d e calidad y cosco beneficio reproducibles, de estas características y disposiciones que son, en sí, de alto contenido afectivo y personal, se exige más bien un tem- plado humanista y una impregnación de empatía que pueda servir, can to a la resolución de conflictos como a hacer relevantes los valores, y, también, a desarrollar una acogida ecuánime al enfrentar situaciones que tienen una amplificada emocionalidad. Por eso mismo, es procedente disponer su len- guaje y su sentido a cómo cada generación, más aún con las exigencias interpretativas que tienen las actuales, considere elocuente y accesible a un entender llano e inmediato. La medicina de este siglo no puede dejar de ser guiada y enseñada bajo imperativos morales que signifiquen formas de ejercicio profesional y dicta- dos, para su aprendizaje, irrenunciables. '"·"" De e llos se comprende que la salud y bienestar del paciente debe estar siempre por delante, centrada en cuidados de calidad y en el respeto a la vida; deben ser consideradas las necesidades emocionales y espirituales del paciente, no sólo las físicas, y la medicina académica debe aportar, en la formación de sus profesionales, permanente autorreflexión, disciplina, pasión y destrezas para cumplir sus obligaciones de aprender toda la vida y, más que nada, de la vida misma. 114

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