Huella y presencia (tomo V)

DR. EnllARno RossELOT J. deber de sacrificar el propio interés por e l del paciente"'·w. No faltan las dudas de si tales características de la personalidad pueden o no ser inculcadas o aprendidas como parte de la educación en ciencias de la saludrn- 19 • Por cierto que e l caudal personal en estos atributos es la base de un fortalecimiento que debe ser completado en los años de formación pro- fesional y hacia ello apuntan gran parte de las innovaciones curriculares planificadas universalmente para cambiar el tono con que las profesiones de la salud, empezando por la medicina, son vistas hoy como desapegadas del humanismo que caracterizó su tradición, entrañando elevada insatisfac- ción tanto al usuario como al profesional"· 2 " 2 ". Cabe advertir, eso sí, que junto a un adecuado balance de contenidos humanísticos que debe rán integrarse, en el pleno significado de los térmi- nos, a las materias reconocidamente atingentes a una formación técnica experta en el área que corresponda de la salud, es fundamental preocupar- se del currículum oculto, representado por los modelos que encarnan o muestran los propios docentes, las imágenes aportadas por el sistema de salud y la organización educacional misma, y el comportamiento del colecti- vo social donde se inserta el aprendizaje, porque todo ello puede desafiar los propósitos del más excelente programa de formación profesional 21 • 2 ';. EL PROFESIONALISMO Si es que existe algún rasgo que sea común a todas las profesiones éste es lo que, por lo demás, se desprende del sentido mismo que otorga e l vocablo original latino frrofessio,2 7 professus,2" que remite a dedicación, ofrenda, con- sagración. En el área de la Medicina, el referente de esa acción no es sino el hombre, en su más íntegra versión, y en cuanto a tal es que e l acto médico, así como el acto docente, se lleva a cabo por, para y entre seres de igual dignidad, origen y trascendencia. Quizás sea sólo por razones de legítimo amor propio -que rara vez ga- rantiza neutralidad-, pero es que, quienes desempeñamos la medicina, sen- timos que nuestra entrega es más exigente y de mayor compromiso que en otras profesiones. Tal percepción no pretende reclamar un privilegio ex- cepcional que determine un status superior o avale prerrogativas, por lo general autoconcedidas, aunque sean consiguientes a actuaciones realiza- das por destacados representantes del oficio. Podría, en todo caso, ser cau- sal de sentir o asumir mayor responsabilidad en el servicio pertinente, lo que tiene inmediata traducción en un deber ético hacia quienes recurren a nuestros saberes y destrezas. Esta significación ha sido supuesto aval, tradicional, de muchos de los códi- gos deontológicos que caracterizan a las profesiones y que son tanto más explí- citos cuanto más conciencia existe, en la disciplina, de esa responsabilidad inembargable. Por deformación profesional podríamos agregar, nuevamente, que sentimos que ha sido más relevante la existencia de estas expresiones en el .írea médica que en otras manifestaciones del quehacer humano. 109

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