Huella y presencia (tomo IV)
ción, además de mostrar las formas actuales de presentación de las paranoias, tiene implicancias evidentes para el pronóstico y tratamiento de la enferme- dad (12 ). Los modernos sistemas clasificatorios psiquiátricos inte rnacionales, que todavía tienen influencia Kraepe liniana, proceden como en la medicina físi- ca describiendo los síntomas y signos que los pacientes manifiestan, sin pre- cisiones semiológicas ni psicopatológicas. Además sus autores usan como criterio de verdad, la evidencia empírica y en temas polémicos, el consenso. Por ello, para definir un determinado cuadro clínico, los médicos de las comisiones encargadas de esa tarea , especialistas que por su formació n pro- fesional representan a diferentes escuelas psiquiátricas, deb~n lograr acuer- dos de compromiso y con ello la verdad científica se oscurece. Ocurre que los crite rios clasificatorios de dichos manuales, se usan d e hecho e n práctica psiquiátrica como criterios diagnósticos. Por estas razones los fundamentos clínicos d e la psiquiatría, que son decisivos para ulteriores investigaciones etiológicas y terapeúticas están fallando en sus cimientos. Pienso que cuan- do la psiquiatría haga una reflexión unive rsal de su esencia, entenderá que el estudio de las vivencias de los pacientes es lo suyo propio y re tornará a ello, si no quiere desaparecer consumida po r la neurología, biología, socio- logía y psicología, o la medicina interna. En tal situación la obra de Roa cobrará especial importancia como hito de referencia que señala el camino propio, específico de la especialidad. Creo que en ese momento su método, sus investigaciones clínicas, textos y pensamiento se reestudiarán en nues- tro y otros países del mundo. Se dice que en la juventud el hombre elige, o al menos cree elegir hacia donde orienta su destino, pero que en la etapa de adulto mayor Dios lo dirige y a través del refinado instrumento humano manifiesta su palabra. Me parece natural entonces que un hombre de fe, como Roa, esté ahora preferentemente preocupado d e los estudios éticos culminando su larga trayectoria de pionero en este ámbito. En 1969 en la Facultad d e Medicina, dictó cursos electivos de Ética Médica para el primero y sexto año de medi- cina de la Universidad de Chile, logrando que, en 1991, éstos fuera n inclui- dos como cursos regulares del currículum de nuestra facultad. En la revista Dilemas, del al'io 1968, apareció un anículo en que abor- da el problema ético de los trasplantes cardíacos, en 1971 otro acerca de la paternidad responsable e n la Revista Chil e na de Enfermería, poste- riormente oti·os catorce acerca de los problemas éticos médicos que iban apareciendo con el acelerado progreso de la ciencia y tecnología médica ocurridos en las últimas décadas. Escribió varios capítulos de libros tales como: Ética médica de la generosidad, e n 1980. La bioética e n el año 2000, en 1988. El enfermo terminal y la muerte, e n 1989. Investigación científica y biomédica: fundamentos éticos y antropológicos, en 1990 y La humanización d e la medicina, e n 1990. En ellos plantea su personal postura antropológica y human ista. Explicar aquí el d esarrollo de su con- 100
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