Huella y presencia (tomo IV)
DR. Tu.10 P11.7.1 P. bajo a sus colaboradores. Esfuerzo incesante y tenaz, dedicación integral a una misión que no conocía ni admitía limitaciones. Por eso descendió a las minas contaminadas de Lota, a los valles pantanosos de Arica y llegó a regiones rurales infestadas de vinchucas. Realizaba sus campañas en forma incesante, sin conocer los días festivos, como si un imperativo ca- tegórico en sentido kantiano y una conciencia intencional, como diría Husserl, fuesen las fuerzas que lo impulsaban. Noches a la intemperie bajo una cielo estrellado en los peligrosos valles palúdicos del Norte. Horas quitadas al sueño y jornadas agotadoras, fueron dejando huellas en su noble corazón. A pesar de ello sabía distribuir su tiempo de mane- ra de no descuidar su docencia e investigación. Además, siempre conser- vó un acendrado cariño por su familia. Había tenido el terrible dolor de perder prematuramente a su adorada esposa Clelia, en un viaje que ella realizara a Italia, y cuyos restos hizo traer a nuestra patria para rendirles constante cariño hasta que llegara el momento de reposar eternamente a su lado. Mantuvo siempre inalterable, e l gran amor por sus hijos y lue- go por sus nietos. Tampoco se olvidó de su Patria natal, a la cual defen- dió brillantemente en dos libros publicados durante la segunda guerra mundial. Sus títulos son significativos. Uno de ellos, lleva por nombre "Italia, la latinidad y la guerra" donde destaca el aporte a la humanidad de la Italia eterna. Esa Italia que en sus albores latinos llevó la civiliza- ción a Europa y, a través de ella, a todo el mundo occidental. Esa Italia que inició el Renacimiento y que fue y es fuente permanente de arte, de humanismo y de ciencia. En su otro libro titulado "Hacia la confedera- ción europea", Noé visionariamente anticipa la necesidad de la unión de los países europeos en una gran alianza económica, cultural y política, lo que en nuestros tiempos se ha materializado en parte a través de la Unión europea. Manifestaba, así en estos libros escritos durante horas de la noche, su gran amor por su patria natal, no obstante no estar en absolu- to de acuerdo con el régimen entonces imperante en esa Italia, esencial- mente espiritual, sufriente entonces por haber sido arrastrada contra sus sentimientos más hondos, a los rigores de una guerra terrible y absurda. Amó también intensamente a nuestro Chile en el cual vivió la mitad de su vida y en el cual descansa para siempre junto a su amada esposa. A pesar de ello, jamás pensó en renunciar a su italianidad, aunque habría estado seguramente feliz si hubi e ra sabido, e n vida, que nuestro Gobie r- no le concedió, por gracia, la nacionalidad chilena, hecho que desgra- ciadamente sólo alcanzó a ser promulgado postumamente. El tiempo transcurría. Sus primeras molestias cardíacas las había tenido ya durante las campañas del norte. Nunca les atribuyó mucha importancia; tal vez estaba demasiado ocupado para preocuparse por su propia salud y proseguía sus labores sin descanso. Lo vi por última vez a comienzos de enero de 1947, cuando tuvo la gen- tileza de invitarme a almorzar a su casa. Entre muchas cosas, premo- 89
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