Huella y presencia (tomo IV)
dativas fueron desgraciadamente cortadas por el llamado Movimiento de Reforma que conmovió a nuestra Facultad el año 1968. Su constante preocupación por la docencia y la investigación, tenía que llevar a algunos importantes resultados, debido a la excelente formación científica y humanística que recibían los alumnos a su paso por la Facultad. ¿Cómo podemos apreciar este aporte? Hay algo que es incuestionable. La Medicina chilena experimenta entre los años 1920 y 1960 un cambio fundamental que la convierte en ejemplar en nuestro continente. Nuestra Facultad cobra un vigor y excelencia inusita- dos y atrae a ávidos alumnos de otros países. De ella se gradúa un contingen- te de médicos de primerísima calidad, como nunca antes había ocurrido. La Salud Pública y la Previsión Social adquieren un desarrollo excepcional y constituyen ejemplos reconocidos internacionalmente. La investigación cien- tífica en el ámbito biológico y médico alcanza una extraordinaria calidad. Surgen muchas figuras médicas señeras en todas las especialidades. Hom- bres dotados, no sólo de conocimientos científicos, sino que poseedores también de un alto sentido humanístico y social. Es una inusitada revolu- ción médico cultural que ocurre en un medio político y social inestable y disponiendo de recursos económicos limilados. Es la época de oro de nues- tra Medicina. Este "fenómeno" chileno, que no sucede en igual medida en otros países no cabe dudas que se debió, en gran parte a la influencia de Noé. En la historia de nuestra Facultad hay claramente un antes y un des- pués de Noé. Cabe señalar que en aquellos bellos tiempos la enseñanza en la Universidad de Chile e ra prácticamente gratuita, no existiendo otro crite- 1io de ingreso que la calidad de los postulantes. De hecho, muchas de las grandes figuras de nuestra medicina que mencionaré en un momento, pro- vinieron de familias de más bien moderados recursos económicos, lo que avala la imparcialidad de una severa, pero justa selección de sus alumnos que realizaba el profesor Noé en los primeros años de la Carrera. Leo, con reverencia, una larga y magnífica lista de algunos de los desta- cados médicos que surgieron en ese pe ríodo, pidiendo perdón por las inexcusables pero involun tarias omisiones. Nombro sólo aquellos que mi memoria atesora. Tampoco menciono a los discípulos más directos del pro- fesor Noé, a quienes destacaré más adelante en mi exposición. Aunque la nómina es incompleta, es un reflejo fiel de ese momento de grandeza que vivió nuestra Medicina. Todos los que nombraré fueron maesu·os en el más elevado sentido de la palabra; fueron fo1jadores de hombres y tuvieron re- conocido prestigio en Chile y en el extra1tjero. Estos son sus nombres que entrego sin ningún orden definido ni referencia a sus especialidades: Hernán Alessandri, Rodolfo Armas-Cruz, Alejandro Garretón, Exequiel Gonzalez Cortés, Lucas Sierra, Félix De Amesti, Alfonso Asenjo, Hugo Vaccaro, Eduardo Cruz-Coke, Jorge Mardones Restat, Pibrahan Horwitz, Roberto Barahona, René Honorato, Hernán Romero, Hernán Urzúa, Gus- tavo Jirón , Roberto Estévez, Héctor Croxatto, Julio Meneghello, Arturo 84
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