Huella y presencia (tomo IV)
Hl' ELIA Y l'RESE'.\'CIA IV nacen del asombro, ese sentimiento que surge en el hombre al contemplar lo desconocido yque genera la inquietud por formular preguntas inquisitivas sobre la realidad última del universo y la vida. La ciencia, que interroga y busca lo objetivo se enriquece con el pensamiento trascendente de la filoso- fía. La una sin la otra se encuentran solitarias. La ciencia no da la plenitud del conocimiento a que el hombre anhela. La filosofía pura sin el apoyo de la ciencia carece de la necesaria firmeza. Siempre habrá enigmas sin solu- ción y preguntas sin respuestas. La ciencia trata de avanzar a pasos cortos pero seguros. Cada uno de sus descubrimientos crea el estímulo dialéctico de nuevas interrogantes y estimula al pensamiento en una marcha intermi- nable hacia horizontes remotos e infinitos. En este sentido Ja filosofía trata de ir más allá de las fronteras de lo concreto y determinado y de encontrar respuestas más amplias y trascendentes. Pero el hombre trata, también de explicarse su esencia a través de la religión, que es a la vez verdad y misterio. La ciencia, la filosofía y la religión son los tres grandes caminos hacia la sabiduría que se encuentran en cierto modo entrelazados. Al respecto, Albert Einstein, tal vez el más gran científi- co de este siglo, escribió en los últimos años de su vida estas hermosas pala- bras: ".. .lo más bello que puede experimentar el ser humano es la presencia de lo misterioso. Esa es la fuente de todo verdadero arte y ciencia. Todo aquel que es ajeno a esta emoción y que es incapaz de hacer una pausa para dejarse arrebatar por la inquietud de lo desconocido, es como si estuviera muerto o ciego. Saber que lo que es impenetrable para nosotros realmente existe, manifestándose a sí mismo como la mayor sabiduría y la más radiante belleza ... es la base de la verdadera religiosidad. En éste sentido, y sólo en este sentido, me incluyo en el rango de los hombres devotamente religio- sos". Y nosotros podríamos concluir que también en este sentido estricta- mente einsteniano,Juan Noé fue profundamente religioso. Comprendi- do así el pensamiento de Noé, lo entendemos como un hombre integral con una profunda convicción biológica y filosófica, alejado del positivis- mo y materialismo que habían dominado gran parte del siglo XIX, acer- cándose más bien a un pensamiento bergsoniano de evolución creadora y de plan vital. Noé es, en esencia, un vitalista. Fue, a la vez, un biólogo, un filósofo y un gran humanista. Posee además, relevantes cualidades personales entre las que destacan su tenacidad, su infatigable capacidad de trabajo, su actitud reflexiva que lo hacía aparecer como si se encon- trara permanentemente en profunda meditación, aunque estaba siem- pre en constante alerta mental; su sencillez y austeridad, su afecto por sus discípulos, su aguda inteligencia y sus grandes y profundos conoci- mientos no tan sólo científicos sino también humanísticos, y un refina- miento espiritual que le hacía amar el arte. Todo unido a un entrañable cariño por su esposa e hijos. Noé, además de un sabio, de un gran biólo- go, de un humanista y realizador, fue un hombre bueno, fino, elegante, 82
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