Huella y presencia (tomo IV)
Hl'ELIA Y l'RESE:--:CIA IV DRA. MARÍA CAl'ETILLO "Vengo en representación de la Sociedad Chilena de Anatomía Patológi- ca a la misión que nunca hubiera querido cumplir. Hemos perdido al Dr. Alfredo Dabancens Opazo, un científico excepcional, un maestro de voca- ción y lo hemos perdido en la plenitud de su vida, de su carrera, de su entre- ga generosa. Si el Todopoderoso ha determinado que debemos prescindir de su presencia física, El mismo entenderá que no puede arrebatarnos su espíritu y que en cada uno de nuestros microscopios siempre sentiremos el consejo cordial y la palabra orientadora de un maestro, de un hombre ca- bal, de un amigo". DR. A:--IGEl.0 CASTIGI.IONI "En representación de la Sociedad Latinoamericana de Citología me corres- ponde la dolorosa misión de despedir a un hombre extraordinario, amigo de su amigos, investigador natural por excelencia, profesor de tantos y muchos de nosotros que siempre nos obnubiló por su amor por la docencia, su necesidad de entregarnos cada día más y más, y hacer que cada uno de nosotros nos superáramos y más allá, su pe1manente preocupación por la persona humana. Fue sostenedor de la Sociedad Latinoamericana de Citología y ésta tuvo el ho- nor de tenerlo como su Presidente yademás estar a la cabeza de la organización de un brillante Congreso Latinoamericano en Santiago. Luchamos juntos por obtener la sede del Congreso Mundial de Citología para Chile, y una vez logra- da enJapón, fue su máxima felicidad y desde ese momento su mayor desafío, al que se entregó con el máximo de dedicación hasta el día antes que su corazón dejó de latir; jamás se separó de su computador y nunca dejó de leer y contestar e-mail que llegaban de todo el mundo". DR. MA:--:n:L EscAto:--:A - VI'\A DEL MAR "Era un caballero a carta cabal porque se había fo~jado en el respeto de los valores y de los principios más nobles del ser humano. Le veíamos en su oficina vidriada estudiando, observando, investigando y enseñando, siem- pre enseñando. En suma y como lo ha expresado certeramente alguien, el Dr. Dabancens fue un hombre de cultura, capacidado para la reflexión y para la emoción y ejercitado en la bondad. Fue un auténtico aristócrata del espíritu. Un auténtico universitario. Ejemplar fue la vida de este colega que se esmeró en servir y en ser útil y que comprendió tempranamente que podía multiplicar sus talentos y acción a través de sus discípulos. Encarnó, como el que más, los consejos que Sir William Osler daba a sus pares y que hoy día parecen a veces olvidarse: el ejercicio de la medicina es un arte, no un oficio; un llamado, no un negocio; una vocación en que vuestro corazón actuará igualmente que vuestra cabeza. Su testimonio de vida significa para nosotros una herencia espiritual y científica que nos enriquece, una huma- nidad que nos conmueve y un ejemplo de entrega que nos trasciende". 56
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