Huella y presencia (tomo IV)
HLIELIA Y l'RI::.'iE:S:CIA IV sobre como se debía enfrentar el mundo del sigo veinte, cual debía ser la forma de lograr que este mundo fuera más justo, si la reforma universitaria era de verdad una reforma, si la revolución se hacía en la calle o educando, creando conciencia de las inequidades del Chile de los 60, cual era la verda- dera postura frente a la vida y la muerte, si Dios existe o es, como dicen los existencialistas, una creación del hombre frente a sus necesidades, eran al- gunos de los temas que se trataban durante horas en discusiones francas y muy bien fundamentadas. Nunca en ese pasar por la vida dejó de estar presente su mujer "la Renata", como él le decía, una ecuatoiiana que cautivó su corazón ya de hombre madu- ro y que lo acompañó en sus andares y locuras de manera incopdicional. Manuel Parra gran lector de lo humano y lo divino, de lo profundo y lo superficial, de filosofia y lo banal, tenía un biblioteca que se conserva hasta hoy en donde cada libro era considerado unajoya y una caja de sorpresas, subraya- dos en sus partes importantes y firmados en la página setenta para reconocerlos cuando los prestaba, es así que hasta hoy cuando uno revisa estos textos apare- cen de su puño y letra una receta de empanadas o caldillo que le diera alguien y que más de alguna vez fue preparada o comentada en esas largas sesiones de conversación con sus amigos y discípulos en compañía de una cazuela de galli- na preparada por la mama Manuela a las 2 ó 3 de la mañana. Manuel Parra fue alumno de grandes maestros de la medicina de este país, Noé, Cruz-Coke y tantos otros y discípulo en la especialidad que ejercía la Neurología de Lea Plaza y Brinck, de quienes aprendió la rigurosidad del examen neurológico y la acuciosidad y prudencia para hacer el diagnóstico acertado y el análisis adecuado del diagnóstico diferencial con el fin de po- der ofrecerle al paciente la terapia más adecuada. Sus dicusiones en el ámbi- to de la neurología y psiquiatría eran tan profundas que recuerdo que en un intercambio de puntos de vistas con el Profesor Armando Roa, éste que- dó descolocado cuando Manuel Parra le plantea que la diferencia entre Neurología y Psiquiatría es que la primera tiene médula, es decir sustento y la otra no. Largas e interminables eran las discusiones en su oficina con los becados de la especialidad en la que se colgaba un cartel en la puerta que decía "No Interrumpir estamos operando", para asegurar la tranquilidad necesaria que merece el análisis de un hombre enfermo y de su contexto familiar. Lo veo sentado en su oficina con su delantal blanco peinado hacia atrás con sus lentes que escondía esos ojos verdes de mirada sincera y trasparente que nunca olvidaré. El infaltable café y en la pared un "artefacto" de Nicanor Parra que decía "Que hacemos con la Universidad, los títulos que entrega son sólo títulos nobiliarios" queriéndonos decir que el verdadero hombre no es el de oro- pel sino el que se entrega de lleno a su familia, a su profesión y a los más necesitados. Ese hombre era Manuel Parrajiménez y es por eso que ha tras- cendido más allá de su muerte y su tumba en Ovalle tiene siempre flores de desconocidos agradecidos que no lo olvidan. 48
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