Huella y presencia (tomo IV)
DR. MA:-l 1 EI. PARRA AR~IE:-.lllARIS Esta imagen de madre esforzada profesional e integra en su entrega de amor puro desinteresado, como debe ser, marcó profundamente la forma de enfocar la vida de Manuel Parra; tanto es así que siempre me queda el recuerdo de sus desvelos frente a las necesidades de la enfermedad de la abue la Alsina tratando que su sufrimiento no fuera mayor; no tengo dudas de que la muerte de su madre lo marcó muy profundamente . La vida en Ovalle de los años 30 y 40, como me comentaba mi padre, era de una riqueza inen tendible para lo que es hoy -teatro, cine, talleres litera- rios, competencias d eportivas, tertulias politicas, etc.-, la convivencia con sus compañeros del liceo, amigos de la infancia que permanecen hasta hoy, las vacaciones en Tongoy en la casa de don Nicanor o de Humberto Gálvez, lugar al que se accedía tras largas horas de viaje, o los baños en e l río Tulahuén en donde según contaba mi padre había un Pimi ento desde donde él y sus amigos se tiraban los piqueros. En un viaje a ese lugar, d urante el verano de 1998, estuve en el río y en el pimiento junto con mi hij o gozando de esa realidad contada por mi padre durante los años mi infancia. Vale un espe- cial comentario, los vi;~es que Manuel Parra hacía a las veranadas en donde el queso de cabra, los asados de cordero y cabrito, las histo rias de cabalgatas interminables en mulas por desfiladeros cordilleranos junto a los a rrieros y amigos parecían sacados de un cuento d e ficción , la famosa pesca de salmo- nes con la mano en Las Ramadas era e l fin de la historia. De adulto, reco- rriendo esos paraj es de fábula imaginados durante mis conversaciones con mi padre, son una realidad. Se hablaba de mi bisabuelo, incansable minero, don juan de la Cruz, de personaj es míticos de la zona como los Alfonso, los Barrios, los Ram írez, los Núñez, el famoso abogado "chato" Rojo y tantos otros con quien mi padre compartió parte importante de su vida y que nun- ca estuvieron ausentes de su pensamiento y gratitud. Tan fuerte e ra la liga- zón de mi padre con su Norte Chico que antes de tener su casa en Santiago, la famosa casa de Tongoy visitada por sus innumerables amigos era su verda- dero lugar de creació n y de muerte. La ficción siempre se imbuía con la realidad en Manuel Parra, de las historias de su infancia y de esas vivencias puras, siempre quiso que fuéramos parte, los viajes al valle del Encanto o a FrayJ orge en los que el cocaví e ran pasteles de choclo en masa, y huevos duros de gallina soltera o nuestro último viaje a dejar flores a su madre recorriendo el viejo camino a Ovalle por el Tangue, Socos, Cerrilos de Tamaya y Las Sosas. Falleció el 11 de febrero de 1982 a la edad de 60 años un día soleado en su lugar preferido junto a los suyos. Muchos vinieron a su fune- ral como muestra del cariño y admiración que sentían por Manuel Parra. Fue ahí que me enteré que sus discípulos le decían el maestro y no dejaban de tener razón ; Manuel Parra siempre estuvo a su lado apoyando su forma- ción mostránd oles el verdadero camino de lo que es universidad , pluralis- mo, compromiso y rigurosidad. La largas tertulias que recuerdo en casa donde participaban personajes d e las más diferentes tendencias políticas o religiosas en donde se discutía 47
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