Huella y presencia (tomo IV)
gran prestigio y un nivel insuperable. El Curso significaba para él un pre- ciado tesoro y motivo de legítimo orgullo de tal modo que su vida giraba permanentemente en torno a la idea de en riquecerlo, para dedicárselo a sus alumnos, a quienes consideraba como sus hijos. Hermosos recuerdos afloran a mi memoria cuando en 1980 tuve la fortu- na de acompañarle a Brasil junto al profesorjua n Verdaguer Tarradella, en calidad de profesores visitan tes de la Asociación Panamericana de Of- talmología a las Universidades de Sao Paulo y Federal de Pernambuco. En reconocimiento a su permanente dedicación por la docencia de postgrado y a sus valiosas contribuciones en e l campo de la investigación, recibió la distinción de Miembro Honorario ele la Sociedad Chilena de Of- talmología, en abril de 1996, ocasión en que le correspondió el honor de dictar por te rcera vez la Clase Inaugural del Curso de Formación de Oftalmólogos. En 1992, una reestructuración de la Facultad de Medicina motivó su tras- lado desde el Campus Occidente, que fuera su segundo hogar d urante tan- tos años. Tuvimos la honra y felicidad ele recibirlo en el Servicio de Oftalmo- logía del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, donde continuó im- pulsando el d esarrollo de la microscopía electrónica en e l Laboratorio ele Ultraestructura. Desde entonces y con la dedicación que le caracterizaba, asumió además la responsabilidad ele dirigir el Curso de Anatomía y Fisiolo- gía Ocular de la Carrera de Tecnología Médica. Miembro de diversas sociedades cientílicas que sería largo enumerar, y autor de numerosas publicaciones y presentaciones tanto en Chile como en el extranjero, me correspondió compartir con él múltiples vivencias que recuerdo con mucho afecto y emoción. El profesor Strozzi no tan sólo destacó como un gran académico, posee- dor de una vasta y sólida cultura que maravillaba a quienes escuchaban sus brillantes conferencias, sino también por su extraordinaria calidad huma- na. Humanista científico por esencia, buscó constantemente la verdad como aquella luz que iluminaba la senda de su propio perfeccionamiento, para proyectarla luego hacia sus alumnos. Ha transcurrido ya un año donde su partida y nos ha hecho mucha falta su compañía y leal amistad , escucha r sus sabios consejos, sus agudas y críti- cas intervenciones, o en sus amena y chispeantes charla y observar su pausa- do caminar por los pasillos de nuestro Servicio. Si bien su forma visible se ha desvanecido, nos quedan su memoria, sus virtudes y su magnífico ejemplo, de tal manera que su recuerdo de hombre bueno, sabio y noble, que vivió siempre a nuestro lado y de quien tanto aprendimos, permanecerá siempre presente, ya que ha dejado tras él un vestigio luminoso semejante a esas estrellas apagadas q ue se ven desde la Tierra después de muchos siglos. 43
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