Huella y presencia (tomo IV)

por su torpeza innumerables desgracias y, deseando remover esle inconve- niente que tanto se opone al aumento de la población y a la felicidad de la familia, vengo en acordar y d ecreto: 1 2 Se establece una Escuela de Obstetricia bajo la dirección del Dr. en Medicina y Cirugía don Lorenzo Sazié . 2 2 Serán admitidas en ella, gratuitamente, las mujeres de esta capital que deseando dedicarse a la profesión, sepan leer y escribir, hayan recibido una decente educació n y sean jóvenes, robustas y bien constituidas. 3 2 Para que los pueblos de la República no carezcan de las ventajas que proporciona este establecimiento, concurrirán también dos alumnas por cada provincia, las que serán asistidas con dos reales diarios para su subsistencia por todo el tiempo que duren los cursos". La escuela de obstetricia de mis tiempos , creció junto a la Maternidad del que1ido hospital San Borja, enhiesta en su vieja estructura física, de salas amplias, techos elevados, fríos en invierno, con corredores cubiertos de vi- drios como las antiguas casas patronales, sobriedad de monasterio, hogar de muchas generaciones de matronas. La modernización fue más fuerte que el viejo y que1ido San B01ja, ce- diendo el paso a la urbanización, desapareciendo físicamente, pero inmor- talizado en el recuerdo y corazón de todos los que aprendimos a ser profe- sionales en su interior, hoy tengo el privilegio de contar con la presencia de una de mis docentes de entonces, OigaJulio Zamorano, quien también hace años, esluvo en una ceremonia similar cuando recibió la condecoración al mé1ito Amanda Labarca. Oiga, docente de toda una vida, en 1968, como resultado del proceso de reforma universilaria y con el aval de un brillan te currículum, se convierte en la primera directora matrona de la Escuela de Obstetricia. Cuántos gratos recuerdos: mis profesores, Raúl García Valenzuela, Al- berto Krug, Alicia Osores, Fresia Fuentes, y muchos otros, nos formaron con amor, rigor y disciplina, con ese ideal de universidad ele Amanda Labarca, , nos plasmaron un espíritu crítico y reflexivo, pleno de valores y principios, a los que un auténtico universitario jamás debe renunciar. Siempre que se alude a los ai'los de estudios en la universidad, mirados desde la perspectiva de la edad dorada de la juventud, ansiosa en la búsque- da de horizontes nuevos y enriquecida con la convivencia, se los recue rda en los términos más felices. La universidad es un universo de vivencias, que en su ámbito y en su quehacer, de manera ineludible, se representa la sociedad en la cual está inmersa, con sus riquezas y sus miserias, con sus problemas y vicisitudes, con sus triunfos y fracasos, con sus alegrías y sus lristezas. A la querida Universidad de Chi le, le d ebo el privilegio de permitirme compartir una vida de estudios y de trabajo, con personas de excepcional 159

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=