Huella y presencia (tomo IV)

La gloria que encontraba Sócrates en tener por madre a Fainereta, céle- bre parte ra de su tiempo, prueba sin replica, la alta opi nión que tenían en aqu ella época del mérito y de la habilidad el e una matrona. Ya en Egipto, en la ciudad de Sais, te n ían una escue la, como más tarde en Alejandría, Roma y Bizancio, los médicos más cele bres escribía n manua- les y reconocían mé ritos de algunas parteras en España, como se d educe de las referencias de las cortes de Vallado lid d el atio 1523, reinando Carlos V, ya tenía cie rta importancia social la comadrona. Testimonio de e llo se en- cuentra e n la descripció n de la ceremonia del bautizo del que más tarde sería Felipe II "llevó a cristianar al príncipe, e l duque de Frías, a su derecha cami naba la comadro na que asistió el parto, a la izqui e rda, e l grnn duque de Alba y, detrás marchaban los padrinos, y después o rdenados según su cate- goría, lo hacían los nobles de la corte", tal vez, el por que a una muj e r le gusta atender a otra mujer en el trance de par to; obedece a tener un de no- minador común, como lo escribie ra nuestra insigne Gabriela e n el poema dirigido a las madres "el amor hecho dolor, e l amo1· sonriente cu ando llega la vida" fue así como la iníluencia de la cul tura oriental, hicieron que in icia- ra mis estudios en esta querida Universidad , en la Escuela d e Obstetricia y Puericultura, continuadora histórica de aquella que fuera fundada e n e l a1 0 1834, en plena era Portaliana, por decreto supremo 7.317 de l Presiden- te de la Re pública de entonces, don J osé J oaquín Prieto. En algunas de las disposiciones de este decreto se hace me nción a: "considerando que la obs- tetricia, una de las ramas más inte resantes de la cirugía, se halla abandona- da a mtu eres d e baja estracción , que ignorante de sus primeros e lementos, no sólo son incapaces de prestar aux ilios del arte, sino que aún ocasionan 158

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