Huella y presencia (tomo IV)

DRA. TER~~'iA PINTO SANTA CRl"l. cación. De alguna forma había que arreglárselas yyo en general nunca tuve problemas. Con un poco de creatividad y buena disposición se puede salir adelante", argumenta. Su marido, en tanto, dotado de una gran personalidad no tenía dificulta- des para abrirse camino en una profesión que suele ser más localista. Supo conectarse con importantes centros del saber y entablar relaciones con so- ciólogos de renombre. Aprovechó de especializarse en Estados Unidos e incluso dio clases en prestigiosas universidades. "Cuando los viajes iban a ser cortos, él se quedaba en Chile con los niños, caso contrario me acompañaba donde yo fuera. En realidad siempre estuve pendiente de los congresos y posibilidades de becas en el extranjero. Mi afán de salir, mi curiosidad permanente, mi interés por viajar, creo que los heredé de mi padre. Eduardo, mi marido, siempre valoró mucho que yo fuese así. Creo que se sentía orgulloso de mi dedicación a la profesión y de mi deseo permanente de perfeccionarme. Por eso nunca me puso trabas, al contrario". Una beca de la Unesco la llevó a París en 1969. En ese período sus hijos asistieron a escuelas intensivas donde aprendieron francés. En ese entonces Teresita ya estaba en primer año de arquitectura. "No me puedo quejar, en mi vida he hecho lo que me gusta y en general se dieron las condiciones para que todo resultara muy bien". Cuando se le pregunta por qué no escogió el área clínica para desempe- ñarse profesionalmente señala que de alguna forma el destino marcó su camino como investigadora. Si bien reconoce que le encantó el internado porque fue una experiencia provocadora e interesante, la beca a Estados Unidos le hizo tomar una decisión que marcaría su futuro. "Me entusiasma- ba el contacto con los enfermos pero tuve que elegir y no creo haberme equivocado". Ciertamente que no lo hizo y fue ese mismo destino el que le permitió conocer a Amanda Labarca en 1940. Recién había ingresado a la carrera de Medicina cuando la famosa educadora se contactó con varias jóvenes uni- versita1ias para que en el Salón de Honor de la Casa Central de la Universi- dad de Chile expusieran sus experiencias de vida. "Nos habían convocado para que le contáramos a las alumnas de los liceos sobre la educación supe- rior. Hay que recordar que en esa época las mujeres en medicina represen- tábamos apenas el 10 por ciento del curso, a diferencia de lo que ocurre hoy en que las estudiantes sobrepasan el 50 por ciento. Creo que esa fue la única vez que la vi", dice. En esos años Amanda Labarcajunto a un grupo de muje res de avanzada trabajaban incansablemente p01· conseguir el voto femenino, hecho que se lograría en 1949 mientras la doctora Pinto estaba en Estados Unidos. "Me siento orgullosa de decir que conocí a las impulsoras de esta iniciativa", re- calca. Pero los vínculos entre la doctora Teresa Pinto y Amanda Labarca van 153

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