Huella y presencia (tomo IV)
HL'ELIJ\ Y l'RE~E\'CIA IV cuando decidió pensar en la maternidad. Si bien en un principio su inten- ción obedeció a una condicionante más bien racional, pensaba que 27 años era una edad propicia para tener un hijo, una vez que nació Teresita el mundo cambió por completo. "Fue como un terremoto emocional. Por cinco o seis meses todo giraba en torno a mi hija. No me interesaba nada más. Yo creo que la gente me observaba y se preguntaba si había valido la pena invertir tanto tiempo en mí porque todo indicaba que me dedicaría sólo a ella. Pero las cosas volvie- ron a su cauce y cuando decidí tener a mi siguiente hijo, Eduardo, a los 34 años, actué de manera más equilibrada". Eso sí, la doctora Teresa Pinto quería que su hija naciera rn Chile, por eso volvió al país antes del alumbramiento. "Mi marido, Eduardo Hamuy, sociólogo de profesión, me había seguido a Estados Unidos cuando aún estábamos pololeando. Allá nos casamos", relata. Cuando llegó a Chile se reincorporó al grupo de investigadores que se desempeñaban en el ámbito de la fisiología. Al mismo tiempo llegaron 12 monos macacos que le habían sido donados en Estados Unidos. Éstos le permitieron seguir desarrollando sus estudios que, como decíamos, la trans- formaron en la precursora de la neurosicología en el país. "En Chile sola- mente había un neurofisiólogo, el cual se había formado en el extranjero, el doctor Joaquín Luco. Fue un hombre muy generoso que organizaba simposios y traía invitados de gran nivel. En esa época empecé a trabajar con alumnos, continué con mis investigaciones y seguí publicando", relata. Sus viajes no se detuvieron ahí, uno de los más extensos fue producto de una beca otorgada por la Fundación Guggenheim, que se concretó entre 1961 y 1962. "Estuve en California, en la Universidad de Stanford dedicada a un problema muy fascinante: las funciones del lóbulo frontal. Analicé su importancia en las tareas de la memoria, aquellas que nos permiten seguir una secuencia lógica de trabajo y que nos ayudan a saber qué cosas hemos hecho y qué falta por realizar. Por ejemplo, al marcar un teléfono tenemos que conocer el orden de los números. Nos preguntábamos entonces ¿cómo hacemos los humanos para registrar esta secuencia y de qué manera la apli- camos sin equivocarnos? En realidad si lo pensamos bien cualquier tarea que se emprende requiere de un ordenamiento en el tiempo, tanto de las ideas como de los actos. Cuando volví a Chile continué estudiando este tema", señala. Sin duda, el éxito profesional de la doctora Pinto estuvo muy vinculado al apoyo que recibió de su marido, quien nunca dudó en acompañarla en su peiiplo académico que se extendió a valios países del mundo. Pero también tuvo que ver con su destreza para adaptarse a nuevas situaciones y a no dejarse vencer por los desafíos. "Cuando me fui a California ya habían nacido mis dos hijos. De Chile me llevé una parvularia quien sabía poco de labores domésticas pero que cuida- ría de los niños y aprovecharía su tiempo libre para perfeccionarse en edu- 152
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