Huella y presencia (tomo IV)
"Cuando llegué no podía estar e n peores condiciones. Creo que la igno- rancia me dio el coraje para salir adelante. Eso, y el hecho de que todos fueron muy gentiles conmigo. Almorzaba con la gente del laboratorio pero apenas podía seguir las conversaciones porque mi escaso inglés no me lo permitía y mi reducido conocimiento de la n eurofisiología tampoco me ayu- daba mucho", rememora. Con el p aso d e los meses todo fue cambiando, todo excepto el deseo irrenunciable de la doctora Pinto a buscar un proyecto "genial", una idea iluminada que pudiera impulsar su carrera. Entonces conoció a otro cientí- fico , un polaco que se transformaría e n su mentor: J ersy Rose. El europeo se había abocado a la realización d e mapas de la corteza cerebral , los que fue- ron fundamentales para d etermina r las á reas a las cuales estaban circunscri- tas ciertas sensaciones, habilidades y capacidades. "El doctor Rose, con mucha sabiduría y o bservando que yo e ra una prin- cipiante, dijo que era primo1·dial que me incorporara a un grupo de cientí- ficos de primer nivel. Su teor ía era que así aprendería a trabajar y entonces se me ocurrirían ideas novedosas. Eso fue lo que hice. Al poco tiempo esta- ba publicando mi primer trabajo que trató d el área somática II de l perro que habíamos mapeado por completo", at"1ade o rgullosa. Así comenzó una fructífera vida como investigadora que la llevaría al campo de la neurosico logía, del cual fue precursora en Chile. "Recuerdo que en Estados Unidos me impactó mucho ver e n e l laborato- rio de Bard y Mountcastle, a unos macacos a los cuales se les había lesion ado una estructura nerviosa llamada amígdala, que está dentro del lóbulo tem- poral. Eso los había dejado muy mansos, a pesar de que naturalmente son agresivos. Hoy sabemos que la amígdala tiene que ver con las emociones y el reconocimiento visual de las cosas. Ento nces me dirigí al profesor Bard y le conté que mi intención era descubrir una forma de lenguaje con e l cual pudiera comunicarme con los animales para saber si efectivamente e llos son capaces de aprender y recordar problemas de discriminació n sensorial. El profesor Bard le escribió al creador d e la neurosicología, Karl Lashley, quien estaba en Florida trabajando con chimpancés y monos, para saber si él me recibiría en Orange Park. Aceptó y yo vi~jé para hacer expe rimentos con macacos", recuerda. Según explica la doctora Pinto a los animales se les presentaron diversos problemas que d ebían resolver dentro de sus posibilidades como, por ejem- plo, relacionar un alimento con un tipo de color específico o abrir comple- jos cerrojos d e una caja para obtener un premio. Estos estud ios permitieron descubrir las áreas de la corteza que estaban involucradas e n aprendizaj es motores, incluso e n los más sofisticados, y las lesiones corticales que po- drían alterarlos. Sus investigaciones dieron fruto. La llamaron ele Wisconsin donde conti- nuó estudiando a los chimpancés. "Uno se impresiona al o bservar cuánto pueden aprender estos a nimales", dice. Sin emba rgo, fue en ese momen to 151
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