Huella y presencia (tomo IV)

PROF. Mn1í MAR1:-:ov1c Z1ATAR gente. Las satisfacciones las da el conocer la inmensa va riedad de académi- cos de excelencia de la Universidad de Chile, como la calidad y cantidad de sus aportes en las diversas disciplinas que en ella se cultivan. En este balance final, no puedo dejar de recordar la hermosa experien- cia que fue la invitación de la Facultad de Medicina a lasJornadas de Exten- sión sobre "El Dolor y e l Sufrimiento", en un momento en que estaba traba- jando en una investigación con los músicos chilenos. Agradezco a sus auto- ridades su preocupación por el arte y las humanidades que responde a la mejor tradición del papel del médico ante la persona enfe rma y la sociedad, y de la universalidad de una institución como la Universidad de Chile. Igual- mente, al Rector Riveros, por su especial interés por la educación en todos sus niveles, como asimismo por el arte. Estoy convencida de que la dedica- ción a l arte como la dedicación a la ciencia en la vida universitaria, son el resultado de una vocación que va más allá de las satisfacciones inmediatas y ayuda a fo1jar el p ropio destino. De los médicos aprendí mucho de lo que ha sido importante y me ha ayudado en mi trab~jo académico. Viene a mi mente un relato de Camus: el artista sufre los dolores de la creación. Sus amigos descubren en el cen tro de su pintura los trazos garabateados de una palabra que no perciben con claridad. Preguntan: ¿Solitario o solidario? ¿Cómo se entiende y se aplica esta narración a la vida? Camus no ve contradicción en ellas. Para mí, la vida, en particular la universitaria, tiene que ser creativa, porque en e lla se reconcilian la soledad del creador con la solidaridad. En la soledad aflora la imaginación del artista que es capaz de despertar en los otros, sentimien tos y comprensión de lo que de otra mane- ra sería oscuridad y hermetismo. Pero la exigencia de la imaginación es igual- mente válida para el científico e incluso, para algunos, debería ser mayor en el científico que en el artista. Lo ilustra una anécdota: un gran matemático, David Hilbert, le había expresado a Ernst Cassire r, su entusiasmo por un joven discípulo cuyo futuro parecía muy promisorio. Tiempo después el fi- lósofo le consultó al matemático acerca de su alumno. La respuesta de Hilbert fue: "¡Oh, no tenía suficiente imaginación para ser matemático, de manera que se hizo poeta!". Y no hay nada mejor para la imaginación que la expe- riencia del arte. 133

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