Huella y presencia (tomo IV)
HUELLA Y l'Rl~<;¡.::-;c:1A IV encontré propuesta como candidata a Decano de la Facultad de Artes, sien- do una profesora de apenas unas pocas horas formales de contratación en la planta académica. Felizmente para mí, no gané la elección, aunque que- dé satisfecha de la buena votación obtenida y de la oportunidad de conocer muy de cerca lo que es la Facultad, sus necesidades, debilidades y fortalezas, quienes y como la conforman. Pese a mis esfuerzos por lograr el consenso, existían viejas heridas que aún no han cicatrizado completamente y que impidieron la mayoría necesaria para el despegue que ansiábamos para la Facultad: una auténtica y real promoción de la creación artística, la investi- gación y el consecuente desarrollo de una docencia que se renueve día a día en un clima participativo y solidario, contribuyendo, a la fertilización mutua entre las artes con las otras áreas del saber que se cultivan en~la Universidad. Siempre he mantenido en la Universidad independencia de pensamien- to, prescindiendo de criterios excluyentes que tanto mal le han hecho. No ha sido fácil, pero creo en la bondad de los grandes anhelos y el amor por el trabajo en esta obra común que es la vida académica. En 199 l logré el cargo de jornada completa con el que so11aba, para entregar a la Universidad que me ayudó en mi formación inicial, lo que había aprendido en el estudio y la experiencia. En la Facultad de Artes me formé y a ella volvía sin perder de vista la responsabilidad de su pertenencia a Chile y de lo que había hecho por el arte en su historia. El nuevo Rector, Dr.Jaime Lavados, a quien cono- cía desde mi larga estada en el Hospital Salvador, me abrió las pue rtas para participar en dos comisiones de trabajo con académicos de alto nivel como la Comisión de Autoevaluación Institucional. presidida por el Dr. Fernando Mónckeberg, y la de Conmemoración del Sesquicentenario de la Unive rsi- dad, en la cual actuaron también, el Dr. Roa y el futuro Decano de Ciencias Físicas y Matemáticas, Prof. Víctor Pérez. Paralelamente, las antiguas aspiraciones de concretar una institucionalidad cultural por la que veníamos luchando desde hacía tantos a11os, llevaron al gobierno de entonces a crear una Comisión Asesora de Cultura del Ministro de Educación. Rica1·do Lagos. Tuve la suerte de ser convocada a formar pane de ella para debatir con visión amplia y contribuir a establecer una política acerca de lo que el Estado debe hacer en materia cultural. Se propuso la Creación de un Consejo Nacional de Cultura, institu- ción destinada a materializar tales criterios. Se hicieron encuestas a grupos y personas representativas del mundo de la cultura, como el Dr. Roa, quien se pronunció favorablemente por la existencia de un Ministerio de Cultura. Gran parte de lo que se ha hecho hasta ahora e n este aspecto, se ha basado en el gran esfuerzo ele muchos que aportaron en ese momento. Si hubiéra- mos podido actuar con mayor rapidez, se habría facilitado la puesta en ma1~ cha del Consejo de Cultura por las ,·entajas que significaba tomar las medi- das adecuadas al inicio de un nuevo estilo de gobierno elegido democrática- mente. En la Universidad, fue gratificante la labor realizada en conjunto con el 130
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=