Huella y presencia (tomo IV)

PROF. Mt~1i MARI~OVIC ZIATAR La Navidad simboliza el amor y la comprensión entre los seres hu- manos más allá de cualquier razonamiento o argumentación. Por eso considero la del año pasado como una de las más tristes que le ha tocado vivir a nuestra nación , por haberse quebrado tan profun- d amente la convivencia n acional entre los distintos sectores socia- les, en la amistad y en el trabajo, entre parientes, familiares, parejas, matrimonios y hasta en la relación d e los padres con sus hijos . El mejor regalo para mí sería la noticia de que se ha producido la re- conciliación total de los chilenos. Era lo que sentía y lo que deseaba. Si esto pasó a ser un lugar común con el tiempo , en esos momentos pareció ser una tremenda osadía. En el hospital nos tocó conocer muchas situaciones de dolor. Estaba muy claro que la primera responsabilidad de lo que allí trabajábamos era servir lo mejor posible para mitigar e l sufrimien to, vinie ra d e donde viniera. El Coro también hizo lo suyo. Estrenamos en Ch ile "La Cantata de los Dere- chos Humanos" en 1978 en la Catedral de Santiago durante la realización del "Symposium Internacional de los Derechos Humanos". Publiqué traba- jos sobre la "Condición de la Mttjcry los Derechos Humanos" y la "Situación del Arte en la Universidad". Fue un período difícil el de la exoneración de mi esposo y yo de todos nuestros cargos y funciones entre 1979 y 1980. En mi caso, llevaba tantos años de entusiasmo y proyectos que de pronto se esfumaron, a una edad en que sentía energía y tenía la experiencia suficiente para concretar mis aspi- raciones de dedicación a la vida universitaria con jornada completa. Había- mos entregado nuestros esfuerzos al Servicio Nacional de Salud y la Univer- sidad con gran vocación de servicio. Era difícil, sob1·e todo para mí, encon- trar un nuevo cauce de acción en la vida laboral. Nuestra casa y nuestras oficinas habían sido allanadas el 11 de septiembre, 7 años atrás. No e ra fácil conseguir algún apoyo cuando había tan tos con problemas gravísimos en Chile y las universidades estaban intervenidas. Mi único contacto con una universidad durante los años de marginación sucedió cuando fui invitada a exponer a la Universidad del Norte. En el momento del discurso durante el almuerzo de despedida que me ofrecieron e n Antofagasta, supe que los aca- démicos de esa Universidad segu ían considerándome parte del claustro de laPUC. Trabajar privadamente no era un destino para mí ¿Qué hacía una espe- cialista e n Psicología de las Artes para encontrar trabajo? Con la exonera- ción, se me cerraban las puertas de la Universidad, porque no fueron mis pares los que prescindieron de mí. Eso se hizo evidente en e l permanente contacto que mantuve con el Instituto de Estética y con la invi tación del Decano de la Facultad de Filosofía a reintegrarme en 1993, recuperando mi condición de Profesora Titular. Me vinculé internacionalmente con centros académicos y profesionales 127

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