Huella y presencia (tomo IV)

HUELIA Y PRl·~~FSCIA IV Arrieta, quien, conociendo mi interés por la expresión gráfica y visual, me regaló una joya bibliográfica sobre grafología de 1816; el español Dr. Ra- món Sarró, quien, durante sus visitas al Servicio, me estimuló en mi preocu- pación por el arte y la psiquiatría. Esta actividad innovadora despertó el interés en la comunidad médica y en los medios de comunicación. Una revista de gran difusión publicó en 1956 en sus páginas centrales: "En Santiago funciona una catedral de la neurosis" (Humberto Malinarich en "Vea") . Más adelante, "El Arte escudri- ña la mente del ser humano" (Lucía Gevert en "El Mercurio"); "Amor, Arte y Psiquiatría trazan un destino de Mujer" (Totó Romero en Revista "Eva"); "Seis días de Salud Mental" (Erica Vexler en "Ercilla" o "Evaif); "Cuando el Arte pasa a ser Medicina" (Gloria Stanley en "Paula") y muchos otros artícu- los y entrevistas en diarios y televisión (Fig. 1) La tarea quedó inconclusa 25 años después de mi ingreso al Servicio. CARRF.RA ACADfMICA E:-< EsTJ(TICA Una parte importante de mi vida académica y de mi vocación por el estudio de las artes se realizó en la Universidad Católica. A fines de 1956, fui llamada desde esa universidad para dar una charla a los alumnos del 5º a110 de · Pedagogía en Artes Plásticas. El mensaje venía del padre Raimundo Kupareo, csteta de figurac ión internacional quien, al cono- cer la entrevista sobre "la catedra l de la neurosis", leyó mi memoria de título, interesándose por su contenido. Me ofreció crear una cátedra a partir de 1957. El primer nombre fue "Psicopatología de la Expresión Artística". Con el tiempo pasó a llamarse "Psicología del Arte" o "Estética Psicológica". En aquellos tiempos, ser invitado a inco1·porarse a la vida universita- ria era sentido como un gran honor. Al menos yo lo experimenté de ese modo y no me importó que no me pagaran mi sueldo a fin de año, por- que con eso contribuía a la biblioteca de Estudios Estéticos que organi- zaba el Padre Kupareo, Decano y Vicerrector de la PUC. Su visión sobre la importancia de los estudios estéticos me iba a permitir hacer academia y dedicarme al estudio de la creatividad en las artes y la interacción entre la obra y el público. Al año siguiente, Kupareo me pidió mayor dedica- ción a la Universidad, lo cual no era fácil por mi trabajo en el Hospital y la colaboración docente con la Universidad de Chile. Me ofreció que me hiciera cargo de un curso de Estética Metafísica y de crear la cátedra de Historia del Arte Chileno y Americano en esa Universidad. Opté por lo último, que ejercí durante cuatro años con gran esfuerzo y agrado. El precedente que tenía eran las clases de mi profesor de la Universidad de Chile, e l distinguido historiador Eugenio Pereira Salas, en una época en que no se usaban las diapositivas. Visitaba los locales de libros usados (en uno de ellos encontré unas valio- 116

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