Huella y presencia (tomo IV)

PROF. M1Mi MARJ!\:0\/IC Z IATAR poema, la "Histo1ia de las Naciones" o consultar alguno de los 28 tomos del "Diccionario Enciclopédico Hispano Americano", hermosamente empasta- do. Entre los amigos de mis padres, estaba Pedro León Loyola, el filósofo, y una familia muy querida por ellos, los Goic. En más de una oportunidad salimos a paseos "fuera de Santiago", a Apoquindo junto con Aleksandar Goic, de tan destacada trayectoria en la medicina chilena e iniciador de esta serie de "Huella y Presencia", sus padres y hermanos. La adolescencia fue un período de cambios muy rápidos. Del interés inicial por estudiar medicina, que me llevó a disertar entusiastamente sobre el funcionamiento del aparato circulatorio ante la comisión exa- minadora de Biología del 4 2 año de Humanidades, desarrollé nuevos in- tereses, ampliando mi mundo con lecturas, experiencias y conocimien- tos. Descubrí, también, lo que era ser apreciada por poseer ciertos atri- butos físicos, sus ventajas y sus riesgos. Sin pertenecer a un medio social alto, compartí con jóvenes de familias tradicionales chil enas en el con- curso de belleza que nos llevó a visitar la residencia del Presidente de la República en el Cerro Castillo en Viña del Mar. Las lecturas de autores que excedían los programas tradicionales del colegio, como Tolstoi, Sartre, Hesse y Dostoiewsky, la trascendencia d e los enormes cambios en el arte, la ciencia y la tecnología, como los sufrimientos provocados por las dos guerras mundiales, desarrolla_ron en mí una especial sensibilidad ante el entorno humano que dejaba de se rme "ancho y ajeno". Animada por las esperanzas utópicas de la postguerra entré a los 16 a11os a estu- diar en la Universidad de Chile: a la Escuela de Derecho en las ma11anas, a la Escuela del Teatro Experimental después de a lmuerzo, y en clases vespertinas, a la Escuela de Bellas Artes. Mi trayectoria escolar vaticinaba un futuro exitoso dentro de la orienta- ción profesionalizante de la Universidad de entonces que contaba con unas pocas carreras que parecían dignas del reconocimiento y prestigio social. Sin embargo, mis inquietudes, más las limitaciones características de la apa- sionada mirada adolescente, me hicieron entrar en conflicto con las pres- cripciones de mis padres y de mis profesores de la ense11anza media. Pasé a interesarme por las conexiones entre el arte y los seres humanos, su influencia en el desarrollo, en las personas y sus funciones en la sociedad. Me pareció necesario completar mis estudios de pintura, dibujo y escultura, iniciados en forma privada dos a110s antes de entrar a la Universidad, con psicología, filosofía y sociología. La única parte donde podía abordar estas materias era en el prestigioso Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y continuar en la Escuela de Bellas Artes. Fue la mejor opción, aunque no la más fácil, porque en Chile es difícil pertenecer a l mundo del arte y abrir caminos nuevos. Tuve maestros y compañeros brillantes, que despertaban admiración en los que éramos más jóvenes. Luis Oyarzún fue uno de ellos. Profesor de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Educación y de Estética en la de 111

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=