Huella y presencia (tomo III)
DR. ÜTIO DüRR en su desaparecimiento prematuro se cometió una gran injusticia. Pero "desde la tristeza, surge a menudo/ una prosperidad bienaventurada", como por ejemplo la música, que nació según el mito de un gran dolor, la muerte del joven semidiós Lino, quien en su viaje al más allá dejó una estela de vibraciones que, como una voz divina, se transformaron en las armonías de la música, la que aún hoy "nos arrebata, nos consuela y nos ayuda". Este es un resumen de la elegía, pero la parte que nos interesa es la tercera estrofa, en la que el poeta nos habla del silencio y que reproducire- mos acá: "Voces, voces. Escucha, mi corazón, como antaño sólo escuchaban los santos, de tal modo que un llamado gigantesco los alzaba del suelo; pero ellos, los imposibles, seguían de rodillas, indiferentes: Así estaban escuchando. No es que tú puedas soportar la voz de Dios, ni mucho menos. Pero escucha el soplo, el mensaje incesante que se forma del silencio. Ahora susurra hacia ti desde aquellos jóvenes difuntos. Dondequiera que entraste, ¿no te habló quedamente su destino en iglesias de Nápoles y Roma?...", etc. Lo primero que llama la atención en este pasaje es la estrecha vincula- ción postulada por el poeta entre la palabra y el silencio. Es en el contexto de las voces que escuchaban los santos y de la voz de Dios que tendríamos nosotros que escuchar, pero que no soportaríamos, que aparece el silencio. Y éste no es una mera ausencia de sonidos, o de ruidos, como se le entiende vulgarmente, sino algo que se escucha. Es un "soplo" que a su vez es un mensaje que proviene de aquellos que murieronjóvenes. Yeste mensaje "se forma del silencio", está hecho de silencio y además es "incesante", vale decir, nunca desaparece, puesto que está en todo momento a nuestra dispo- sición para ser escuchado. Ese mensaje silencioso nos une con el más allá, es el lenguaje del tránsito desde y hacia la trascendencia. Ahora, ¿por qué son losjóvenes difuntos los llamados a develar el misterio de la existencia huma- na a través de sus voces silenciosas? En primer lugar porque, como veíamos antes, ·su muerte provoca en los mortales el mayor dolor que podamos ima- ginar y el dolor es nuestro "follaje invernal y perenne", como dice el poeta al comienzo de la Décima Elegía. En segundo lugar, porque su muerte hace que la pregunta por el sentido de la existencia se haga ineluctable: ¿puede tener sentido la vida de los padres que han perdido un hijo? Y si este tal sufrimiento carece de él, entonces nada tendría sentido. Estamos bordean- do los límites del misterio, misterio no sólo para los deudos, sino también para aquellos mismos que murieron jóvenes. ¿Cuál habría sido más perfec- 95
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