Huella y presencia (tomo III)

DRA. VALE~TINA ACOSTA DE CROIZET rior en una piscina... y no obstante, ahí estaba, deshecho por dentro, haciéndonos su clase. Los alumnos conmovidos nos aproximamos a rodearle en silencioso cari- ño triste. El rompió en llanto abrazado por nosotros... los hijos de su amada Escuela de Medicina. Como dejar en el olvido al Prof. de Tisiología, Dr. Sótero del Río cuya Cátedra funcionaba en el Hospital de Puente Alto. Nos iba conociendo por grupitos al traernos de regreso a Santiago en su gran automóvil. A los alum- nos de provincia que vivían en pensiones, y a quien deseare, les hacia servir "onces" después de las actividades. Recuerdo al Prof. de Obstetricia Dr.Juan Puga Mendiburu que, una no- che en que a mi grupo le tocaba turno para ayudar en la atención de panos, detuvo su paso rápido y elástico al verme sentada y algo encogida en la gale- ría del recinto. Alto y de buena presencia, se sacó su larga capa azul y la puso sobre mí, diciendo: "para que se le pase el frío, señorita" y continuó su mar- cha. Yde esa misma Cátedra tampoco se olvida al Prof. Albertz, muy alemán en su modo y disciplina, puntual en extremo. En una de sus clases nos dijo que él como obstetra había tenido oportunidad de conocer a las mujeres pobres del pueblo chileno. Que eran excepcionalmente valiosas. Que se sacaba el sombrero ante ellas por su espíritu sacrificado en la crianza de sus hijos; "a veces dejan de comer por ellos", dijo. "No así sus maridos o convivientes que suelen ser unos 'badulaques' que derrochan sus salarios en vicios". Recuerdo al Dr. Kimer, Jefe de Clínica de Obstetricia. Excelente docen- te. Un día al asistir un parto muy difícil logra sacar casi muerto al recién nacido. Rápido cogió un pocillo con agua y vimos como alcanzó a efectuar un bautismo de urgencia a la guagua antes de morir. Como enseña el Cate- cismo. También menciono al Prof. de Medicina Interna, Dr. Alejandro Carretón, varias veces Decano, que al escribir el libro "Formación de la Personalidad del Médico" (1967) nos dejó una obra sapiencial, una verdadera Biblia de reflexiones, de consejos, de informaciones históricas sobre el tema. Es una lástima que no se haya reeditado porque es un libro que debería leer todo médico docente universitario. Los conceptos que ahí figuran siempre esta- rán vigentes. Ha sido de gran mérito, el invitarnos a participar en esta obra, se nos permite exponer recuerdos de nuestro paso y actuación en los claustros universitarios. Así, todos estamos evocando a nuestros docentes, los cuales muchas veces no podemos dejar de asociarlos en nuestra mente en su labor formativa en sus Cátedras, a nuestros padres en el hogar. Para expresarme mejor, pido prestado unos versos al gran literato y poe- ta español Eduardo Marquina: 91

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=