Huella y presencia (tomo III)

HUELLA Y l'RF,~ENCJA III estar en el nivel más alto del profesorado. Yo que era la única representante del sexo en la Comisión de Facultad me jugué por ellas argumentando razo- namientos objetivos. Así, quedaron en el lugar que enjusticia les correspon- día. El Sr. Decano aunque guardaba silencio... con leves movimientos de cabeza asentía. Otra actividad interesante que desempeñé, al parecer a plena satisfac- cion de los nefrólogos d e nuestro hospital, fue el informe de biopsias y de autopsias de la Sección de Nefrología. Nuestras reuniones semanales eran de buena calidad científica. Recuerdo a los doctores Mario Plaza de los Re- yes con su inolvidable histrionismo ilustrado, era buen clínif o; al doctor René Orozco, compañero y amigo desde el pregrado. Fue en ese tiempo, el único que ayudó al Instituto, que en esa época yo dirigía, y lo dotó de lo necesario para modernizar metódicas de laboratorio; era muy buen clínico y dotado de gran sensatez diagnóstica. También recuerdo a otros excelentes nefrólogos que se destacaban en las reuniones: tales como los doctores Thambo, Lazcano, Osorio, Marzullo, Oberhauser, etc. En nefrología se te- nía el privilegio de tener cada dos años, como invitados de la Universidad, a una Misión Francesa de nefrólogos. Los encabezaba el Prof. Dr.Jean Bariety, más tarde Decano de la Facultad de Medicina de París. El provecho científi- co era enorme. Cada mañana se presentaban tres o cuatro casos de enfer- mos con sus historias clínicas, exámenes físicos y de laboratorio. A mí me tocaba presentar las biopsias con diversas metódicas de estudio histológico que culminaban en un diagnóstico. Todos quedábamos muy contentos de ver que nuestros diagnósticos eran aceptados como correctos. Las sesiones a veces eran en castellano, y como los nefrólogos eran muy admiradores de Francia, a veces se hablaba en su idioma. Yo era "madame Croizet". En Francia, nunca una mujer casada o viuda lleva su apellido de soltera, a menos de ser divorciada o conviviente. En casi toda Europa y en Norteamé- rica también es así. A otra actividad académica a que nos dedicábamos con mucha intensi- dad era la docencia de pre y de postgrado. Del postgrado además de cursos para patólogos con profesores nacionales y extranjeros, teníamos tutorías de becados de la Universidad o del Servicio Nacional de Salud, todos los patólogos contribuíamos. De ahí resultaron los Ores. !barra, Rhomann, Smok, Guerra, Aguila, Espinoza; las Oras. Cabello, Riquelme. Algunos se quedaron en el Instituto, otros se fueron a provincias donde se han desempeñado exitosamente o se han instalado en sus laboratorios particulares. Las actividades docentes de pregrado nos consumía mucho tiempo y ener- gía. Año a año la Facultad de Medicina nos anunciaba en sesión de Consejo a profesores yJefes de Departamentos que la cantidad de alumnos que lle- garía al área venía aumentada. La Anatomía Patológica era especialidad en falencia, o sea nuestro trabajo aumentaba y el núme ro de patólogos dedica- dos a la disciplina era insuficiente. Al redoblar nuestro trabajo docente y 88

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