Huella y presencia (tomo III)

DRA. VALE:-ITINA Ac.OSTA OE CROIZET cado la necropsia al caso elegido. Eran de gran calidad. Los cirujanos y las especialidades también las tenían. Dejando de lado el caso de las biopsias que siempre existirán, y según opinaba el Prof. Mena, son el examen más seguro para afirmar la naturaleza de una patología orgánica. Mi experiencia asistencial me dice en lo referen- te a las autopsias que hay diagnósticos clínicos tan evidentes que podrían prescindir de ella, arriesgando sí de no efectuar hallazgos asintomáticos, a veces importantes. Pero hay diagnósticos clínicos dudosos, inciertos, inspi- rados en probabilidades estadísticas, en interpretaciones difíciles de exáme- nes, que a veces constituyen un "puzzle" para el clínico. En estos casos la autopsia es necesaria, indispensable y aclaratoria. Como errare humanun est también puede ocurrir un error de diagnóstico clínico que pasará a engrosar errores de estadística y a privar de experiencia. Cono- cí casos interesantísimos que no se habrían conocido nunca sin un estudio generalizado de tejidos como permite la autopsia. Tuvimos la primicia de publicar por primera vez en Chile un caso de "histiocitosis maligna" que tampoco tenía publicaciones en toda latinoamérica. La clínica no lograba explicar una sintomatología multifacética. La anatomía patológica pudo hacerlo y hacer una perfecta correlación anátomo-clínica y de muchos otros casos de alto interés y ense- ñanza. Al venir la Reforma Universitaria en l 968 desaparecieron las Cátedras. Nuestras actividades continuaron con los Departamentos. En 1970, siendo Decano el Dr. Alfredo Jadresic, se hizo la primera Eva- luación Académica para ubicar a los médicos universitarios en grados acadé- micos según sus méritos. La primera instancia de evaluación era la Comi- sión de cada Departamento. No fue tarea fácil porque las pugnas internas eran grandes. Era la primera experiencia. En pasillos y laboratorios se des- ahogaban los colegas: "que yo en este nivel, que tú en aquél; que no se comparan los méritos en trabajos publicados". En fin, era un hervidero de comentarios y malestares. La segunda instancia y de mucha importancia era la Comisión Evaluadora de Facultad que podía cambiar las evaluaciones hechas por cada Comisión de Departamento y que en la tercera instancia que era la Comisión Central de la Universidad, generalmente se aceptaba la evaluación de Facultad. El Sr. Decano me solicitó que integrara la Comisión de Facultad. De nada sirvieron rechazos y disculpas , y comprendiendo que era una distinción y un acto de confianza, agradecí y acepté. Fue labor difí- cil, había que tener ecuanimidad y gran sentido de honestidad y de inde- pendencia de criterio para calificar los méritos de cada currículum. El Deca- no, Dr. Jadresic escuchaba nuestros argumentos respetándolos, sin influir jamás en favorecer en perjudicar a nadie. También descubrí, por la fuerza de las circunstancias, un grado acentuado de machismo en algunos Depar- tamentos para tratar de atajar el ascenso de meritorias y valiosas doctoras cuyos antecedentes curriculares lo atestiguaban. Les sobraban méritos para 87

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