Huella y presencia (tomo III)
Hl 1 ELIA Y PRESENCIA 111 libro. Los escritos nos hicieron recorrer escenarios olvidados de la Facultad y barrios cuyo entorno ha cambiado, descritos con vivacidad y emoción. Es probable que los artículos que aparecen en Huella y Presencia no habrían tenido cabida en una revista biomédica tradicional; sin embargo, ellos nos dicen infinitamente más de sus autores que sus trabajos de investigación o sus experiencias clínicas. En verdad, hemos conocido más de los Costa Casaretto, de los Roa, de los Mardones, de los Larraín, de los Allende, de los Cruz-Coke, de los Vera, de los Rivera, de los Pérez Olea, de los Etcheverry y de tantos otros, que si hubiésemos revisado minuciosamente sus respectivos currículum vitae. Esto en razón de que pudimos percatarnos de s,p modo de ser personas. Huella y Presencia es una historia viva de personajes y personali- dades que han dejado profundas huellas en nuestra Institución. Algunos no están ya con nosotros pero, el espíritu que los animó en vida, permanece plasmado en las páginas de este libro singular. Huella y Presencia, además de ser una expresión cultural es también historia de un pasado que se añora, de rastros indelebles dejados por seres humanos en su paso por la casa co- mún que los cobijó. Una bella historia humana que, con mucho, es más rica y significativa que la historia formal de la Institución. Debemos agradecérse- lo a Amanda Fuller. Tal vez es pertinente recordar que la medicina es un saber práctico, com- plejo que se nutre de las ciencias experimentales y humanas. Es cierto que la medicina acoge los conocimientos científicos para comprender mejor el mecanismo de los procesos mórbidos que afectan al hombre, pero se nutre igualmente de conocimientos provenientes de otras disciplinas que son las que nos permiten conocer al ser humano en su totalidad y unidad. En la medida que la medicina tiene como sujeto y objeto de su acción al hombre es también una antropología, bajo cuya perspectiva debieran construirse todos los saberes médicos. Además, por su naturaleza y propósito es una actividad de orden moral ya que persigue un bien: cuidar y proteger la vida humana. Esta realidad compleja de la medicina plantea problemas de or- den antropológico y bioético que no pueden encontrar respuestas sólo en la ciencia experimental. Es el conjunto de conocimientos provenientes tan- to de las disciplinas científicas como humanistas las que utiliza el médico en su proceso intelectual de análisis y síntesis que lo conduce al diagnóstico y, a través de él, al tratamiento de los enfermos. Este proceso de razonamiento lógico, inductivo y deductivo, pone en juego las habilidades intelectuales del médico clínico y es la herramienta que permite ayudar al ser humano, resolviendo aquí y ahora los padecimientos que sufre. En el último siglo, las ciencias experimentales, en particular las ciencias biológicas, han alcanzado un gran prestigio social: Mientras todas las demás cosas de la cultura se han vuelto problemáticas -la política, el arte, las normas social, la moral misma la ciencia experimental cada día comprueba de la manera más indis- cutible y más propia su maravillosa eficiencia (Ortega y Gasset). Contrastando con ello, y pese a su decisiva importancia, las ciencias humanas han tenido un 10
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