Huella y presencia (tomo III)

DRA. VALE~TINA Aco!'.,A m: CROIZET a la sazón Secretario de la Facultad. Luego de presentarme sus condolencias, mientras permanecíamos junto al lecho de muerte de Emilio me dice: "Valentina, todos los miembros de la Facultad quedaríamos muy complaci- dos, ahora que se nos ha ido don Emilio y, en vista que no quedaron hijos que continúen su nombre, que sea usted en adelante quien lo lleve y desde hoy todos podamos llamarla Dra. Croizet. Deseamos a través suyo, tener siem- pre al doctor con nosotros mencionándola con su nombre. Sabemos que usted fue la persona en quien él concentró su ser y la formó totalmente a su modo. Le transmito este mensaje del Decano, que luego vendrá a verla, y de los miembros de la Facultad". ¡Ay!, ¡que momento tan cargado de emoción, de dolor profundo, de honor grandioso y... de tremenda responsabilidad! Desde la Facultad salió la indicación de mencionarme por el apellido de mi esposo hacia la Escuela de Medicina y hacia el hospital. Mis padres lo com- prendieron con amor. Para mi fue la gran condecoración de mi vida. A solas, luego, ante el cuerpo yacente de Emilio y tomando su mano prometí, cual nuevo esponsal, guardar para siempre su memoria y no volver a casarme. A poco tiempo el Decano Prof. Dr. Amador Neghme, en ceremonia so- lemne, acompañado de miembros de la Facultad y de médicos del Hospital y Escuela inauguraban las letras de bronce en la pared frontal del gran Audi- torio del Instituto de Anatomía Patológica que pasó a llamarse Emilio Croizet. El Profesor Alejandro Carretón Silva en un bello discurso dijo que era una característica de la sociedad humana querer inmortalizar a las personalida- des notables y de valor ejemplar otorgar su nombre a monumentos, a espa- cios públicos, a fundaciones, a salones de ceremonia o de actividades cientí- ficas, humanísticas o de arte, y que ahora se estaba efectuando eso con el Prof. Emilio Croizet. Se reanudaron mis actividades de patólogo asistiendo durante un año a la Cátedra de Patología General del Prof. Dr. Tulio Pizzi, de quien guardo excelente recuerdo y gratitud, como así mismo de la Dra. María Díaz y del Dr. Alfredo Dabancens que allí trabajaban. Las actividades en que participé eran muy interesantes. Sin embargo, comencé a sentir añoranzas por el Ins- tituto de Anatomía Patológica, lugar de mi formación como anátomo- patóloga, con gran alegría del Prof. Ismael Mena R. que era el sucesor de Emilio Croizet en la Cátedra y en la Dirección del Instituto. Con todos los colegas patólogos y del hospital tuve buenas relaciones científicas en e l des- empeño de las actividades asistenciales, de docencia y de investigación. El trabajo asistencial era denso, bastante recargado en biopsias y autop- sias cuyos diagnósticos nuestros solían ser revisados por el Prof. Mena, sobre todo si no eran diagnósticos rutinarios. Sólo el Director del Instituto podía liberar de hacer necropsia a un caso solicitado; en tiempos de Emilio Croizet también era así. El Prof. Mena, formado con el Prof. Westhoffer y con postgrado en Alemania era aún más rígido en esto. AJ llegar en las mañanas a los pabellones a veces yo rogaba a 85

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