Huella y presencia (tomo III)

DR. HÉCTOR CROXATTO el desafío de sus adversarios que le propusieron probar sus afirmaciones en espectáculo público. Este realizó en un lote de 50 ovejas de las cuales 25 recibieron el virus atenuado y las restantes 25 el virus intacto. Estas últimas fallecieron, en tanto que las otras se inmunizaron sin ser afectadas. Muchos otros episodios elevaron la gloria de Pasteur como ningún otro investigador lo ha logrado. En el campo de la Biología Celular debemos mencionar a Jacob Matías Schleiden quien sostuvo que las plantas eran una aglomeración de células, en las cuales reconoció la existencia de un núcleo y de una envoltura celular y la existencia de una masa gelatinosa que llena el espacio de la célula y que otros habían descrito. Estas investigaciones provocaron el interés de Theodor Schwann quien planteó en 1838, que la célula es la última unidad en las estructuras vivientes. Su obra publicada nos dice, más o menos que la real aceptación de la célula como unidad biológica fundamental, fue consagra- da hace apenas 150 años. El resultado constituyó uno de los pilares funda- mentales para el progreso de la Fisiología. Otra investigación que provocó un gran impacto, fue protagonizada por Karl Ernst von Baer quien en 1827 logró identificar un óvulo de una perra en el oviducto, como también otro en el folículo ovárico, descubrió y no dudó que era esa la célula de la cual se engendra el feto. Con esta observación se esclareció, uno de los misterios más largos de la historia de la fecundación en los mamíferos. Desde Aristóteles perduró el concepto que el embrión se desarrollaba después del acto sexual, por una estimulación del útero que respondía con la formación de una excrecencia, que iba conformando progresivamente al embrión. Von Baer fue invitado en diversos Congresos para demostrar como ocurría el proceso que culmi- naba con la formación del feto. Cada vez que le fue solicitada una demostra- ción, tanto en Alemania como en Rusia, utilizó perras cruzadas con machos y tuvo la satisfacción de mostrar los óvulos. En 1875, Osear Hertwig, en 1875, dio pruebas consagratorias estudiando la fecundación del óvulo de erizo fecundado por un espermatozoide, vio que éste se dirige al núcleo del óvulo al cual se unió formando una sola célula, que se multiplica a continuación, para dar lugar a otro ser. Un gran genuino renovador del siglo XIX fue sin duda Gregorio Mendel, el monje austríaco, que realizó en su jardín los primeros experimentos genéticos, cultivando arvejas. Después de años de experimentación, intro- dujo lo que él llamó "gene", que definió como la unidad básica de la genética. Los hechos fueron clarísimos, y sin haberlo imaginado, en su camino abrió el ventanal inmenso de la genética. Pero lo extraordinario, sus resultados fueron ignorados. Es en 1900 cuando independientemente redescubren los resultados de Mendell, H. De Vries (holandés), K.F. Correns (alemán) y E.T. Seysenneg (austríaco). Por cierto que hubo en el siglo XIX muchísimos otros connotados inves- tigadores, preocupados de procesos biológicos, pero por razones de tiempo 67

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