Huella y presencia (tomo III)

DR. EDUARDO B USTOS Hace algunos años sorprendió a la Comisión la pobre respuesta, gran omisión y alto grado de dificultad de una pregunta que se había considera- do a priori como fácil. En el enunciado decía: Si se efectúa la ligadura del colédoco, entonces.......... y daba las clásicas 5 opciones d e respuesta. Deci- dimos repetir la pregunta al año siguiente y el resultado fue idéntico. La incluí por tercera vez. Recuerdo que ese año fui encargado como Delegado a Chaitén y allí pedí al Profesor de Biología del liceo que me señalara un par de los mejores alumnos de Biología. A ellos les pregunté, al salir de la prue- ba, qué les había parecido ésta y, en particular, la pregunta de marras. Gran- de fue mi sorpresa cuando los alumnos, a coro, me dijeran: Esa pregunta es incontestable porque ¿cómo puede ligar (traducido por ellos a lenguaje lolo como pololear) el colédoco metido allí dentro de la "guata" (sic)? Colaborar como Delegado en el proceso de Admisión me ha llevado por todo Chile, como ya afirmé y quisiera dar dos ejemplos de emocionantes vivencias, una en el extremo Norte, otro en el Austral. De paso diré que fui uno de los primeros afortunados en ir a Isla de Pascua, cuando allí se abrió una Sede para que los alumnos de tan remoto lugar no tuvieran que viajar a rendir sus pruebas a Valparaíso. Numerosas autoridades universitarias han colaborado con el proceso de admisión, invirtiendo parte de su valioso tiempo en este mismo periplo. Fue en los primeros años de aplicación de la Prueba que me tocó viajar a Arica. La Sede de la Universidad de Chile (hoy Universidad de Tarapacá) era mi sitio de trabajo y el Vicerrector mi anfitrión. Enterado de que yo no conocía Tacna, me invitó a visitarla y almorzar allí. Yendo por la Av. Bolognesi, me dijo que escogiera entre dos grandes restaura- nes que teníamos a la vista. Yo lo hice y nos sentamos en una agradable terraza, donde nos sirvieron el tradicional (y muy voluminoso) pisco sour. Al dirigirnos ya a la mesa vi, rotando en un asador, la especialidad de ese restaurant. Inicialmente pensé que e ran codornices. Tal vez el aperitivo me hacía verlas como cuadrúpedas. Pero una vez en el plato, identifiqué con sobresalto, al cuy que hasta entonces había visto sólo en alguna prác- tica de Fisiología o Farmacología. Otra temporada de la Prueba, en que debía ir a Puerto Williams, la emo- ción fue de distinto orden. Llegado a Punta Arenas en un vuelo regular de LAN, debía abordar un avión correo naval para seguir a mi Sede. Grande fue mi sorpresa cuando un atento oficial de la Armada, que me esperaba en el aeropuerto, me condujo a la ciudad y me indicó el sitio pa ra alojamiento ese día. Le expresé que temprano a la mañana siguiente se iniciaba simultá- neamente en todas las casi 100 Sedes del país la temible Prueba de Admi- sión y que yo debía viajar de inmediato a P. Williams (el avión naval había salido muy temprano esa mañana porque así lo aconsejaba el informe me- teorológico). Hubo gran conmoción en esa oficina naval y finalmente surgió la solu- ción. Esa tarde zarpaba a Puerto Williams una torpedera que llegaría allá la 61

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