Huella y presencia (tomo III)
HUEUA Y PIU~~ENCIA 111 dejar de consignar: la llegada a la ciudad de un feroz huracán y el momento de cuasienfrentamiento del PresidenteJohn F. Kennedy y Fidel Castro, en la así llamada "crisis de los misiles". En el famoso French Quarter de New Orleans era posible encontrar a alumnos y profesores de Tulane en forma masiva los vie rnes en la noche. Un grupo de becados consiguió convencer a la Sra. Cónsul Honorario de Chile que nos acompañara allí en sepúembre, so pretexto de celebrar nuestra fies- ta nacional. Debe haber sido la primera vez que una dama aristocráúca y de edad avanzada, como era ella, visitaba un popular Club de Jazz. En esa oca- sión, la banda de músicos de color intentó (sin éxito), interpretar un tema que les debe haber parecido chileno, o al menos, de Sudaméfica. Ninguno de nosotros logró identificarlo, pero dicen que lo que vale es la intención. VIII Creo que nunca en mi sanojuicio habría efectuado el viaje New Orleans- Montreal a bordo de un Fiat 1100 que había adquirido en USA. Paul lo llamaba "the funny little car", no entendía porqué no tenía cambio automá- tico y se aterraba por la velocidad que leía en el velocímetro. Claro que éste estaba calibrado en kilómetros, pero para Paul la única medida posible era la milla. Debo declarar que llegué sano y salvo a bordo de ese prodigio de la industria italiana. De mi segundo año de beca, esta vez en Me Gill University, Montreal, diré que lo más difícil fueron los inviernos canadienses. En febrero tempe- raturas de 25ºC o más (bajo cero) eran usuales. Nunca aprecié tanto el estímulo que rendir francés en el Bachillerato representó para mí, pues buena parte de mi trabajo científico se facilitó por la infatigable ayuda de los técnicos del Departamento de Anatomía, todos ellos franco canadienses; con gran paciencia corrigieron mi francés elemen- tal. Aunque Me Gill es Universidad de habla inglesa, la Provincia de Quebec vivía los años de separatismo y promoción de la lengua francesa. El Chair- man del Departamento era el Prof. C.P. Leblond (francés) y mi tutor, el Dr. Yves Clermont, (franco-canadiense), denominados "Big H" y "Small H" por los estudiantes graduados de entonces, cuando yo cursé allí mi MSc en Anatomy. No se piense mal. En lo angloparlante, la H simbolizaba "Him", con mayúscula, aludiendo a Dios. Poco menos que eso era Leblond para los académicos de Anatomía y en consecuencia h (minúscula) era lo que resta- ba para Clermont. Con él se formalizó mi interés que mantengo hasta hoy por el estudio de un proceso complejo y fascinante como es la espermatogénesis. Pero Canadá me enseñó lite ralmente lo de "al mal tiem- po, buena cara", cuando debía guardar en mi cuarto la batería del sufrido Fíat 1100 para que al día siguiente pudiera arrancar. No obstante y ante mi mirada de terror, varios colegas del departamento con quienes hicimos una excursión a los montes cercanos (Laurentians), en Navidad, encontraron 58
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