Huella y presencia (tomo III)
DR. EDUARDO BUSTOS eran las extenuantes sesiones para calibrar con una gota de mercurio decenas de pipetas Pasteur. Con regocijo vi en un aviso en Science que en USA estaba a la venta la primera micropipeta (instrumento hoy en mano de cualquier alumno de pregrado). Intuí que ella proclamaba el fin de la calibración manual que tanto detestaba. Así pues fui a la oficina del Prof. Hoecker con la revista en la mano para mostrarle el aviso comercial. Me miró ftjamente y me dijo "Debes aprender que la ciencia se hace con las manos y el ingenio". En ese momento irrumpió la secretaria para decirle : Profesor, hoy vence el plazo para gastar el saldo del Grant de la AEC. Acto seguido el Profesor firmó, casi sin mirarlas, una serie de órdenes de compra por unos US$ 10.000. Me dije a mi mismo "con las manos, el ingenio y muchos dólares". Terminado allí mi breve ciclo inmunológico, busqué otro laboratorio donde continuar mi aprendizaje. Así llegué al del Dr.Juan Vergara, citólogo, citoquímico, microscopista elec- trónico (esto último considerado entonces una exótica archi-especialidad). Quizá por ello me atr~jo ya que ese verano tomé un Curso de Microscopía Electrónica teórico-práctico (utilizando el entonces novedoso microscopio Siemen, instalado en Ingeniería). El profesor era nada menos que Eduardo De Robertis, venido de Buenos Aires. Yo era el único estudiante. Los demás asistentes eran ingenieros y catedráticos de diferentes áreas. IV El asunto a investigar con las técnicas aprendidas entonces, fue la espermatogénesis en anfibios, si bien mi tutor, el Dr. Vergara trabajaba en membrana plasmática. Lo hizo por muchos años, exitosamente pero con su proverbial modestia y gran generosidad. Terminó su carrera académica en el Departamento de Anatomía de Duke University, en Carolina del Norte (USA), sucediendo como Chairman nada menos que al Prof. D. Robertson. Recuerdo que al cabo de meses de trabajo, nosjuntamos conJuan Vergara para revisar microfotografías electrónicas de testículo de nuestro sapo de rulo. Mis primeras publicaciones, siendo aún alumno de Medicina, apare- cieron en Biológica, la revista del InstitutoJuan Noé. En la tarea de dejar a un lado las fotos no utilizables (que suelen ser las más), nos interrumpió el Prof. Hoecker, quien traía a un alto personero de la Fundación Rockefeller. Hoecker nos solicitó atenderlo por unos instantes y se retiró. Vergara no halló nada mejor que decirme que yo le explicara (en inglés y así, de repente), el trabajo que realizaba en investigación. Me las arreglé como pude y descubrí con horror que nuestro ilustre visitante mira- ba y ¿admiraba? las fotografías descartadas a medida que yo disertaba. (Mu- cho tiempo después supe que su área era la de Ciencias Sociales). Respiré aliviado cuando el visitante fue rescatado por el Prof. Hoecker. En la tarde, el Dr. Vergara, me comunicó que el representante de la Fundación me espe- 55
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