Huella y presencia (tomo III)

HUELIA Y l'RESH,CIA Ill nominado "vermes" en más de una ocasión. Este epíteto lo recibía- mos porque frecuentemente nos veía a la hora de almuerzo, descan- sando algunos, comiendo un sandwich otros y no pocos pololeando en un mini jardín de la calle Borgoño. En consecuencia decidió que morfológicamente estabamos hechos fundamentalmente de "intesti- no y gónada, con escasos ganglios cerebrales". Huelga declarar que la prueba final fue postergada para enero y que muy pocos la reprobaron, con lo cual el temido curso de Histología tuvo un final feliz. Muchos años después, jubilado ya el Prof. Fernández pero nunca con- tento con no hacer docencia, solicitó que le asignaran un grupd' de alumnos en Trabajo Práctico. Sentado yo en un bus que se desplazaba por Indepen- dencia hacia el centro, escucho este diálogo entre dos alumnos en su pri- mer día de clases de Histología : Oye, ¿quién te tocó a ti como ayudante de Trabajo Práctico? Una doctora, no sé como se llama, pero tiene bonitas piernas! ¿Ya ti? Respuesta: un viejito, no sé si sabrá mucha Histología, ¡pare- ce inofensivo! Ignoro quien era la doctora aludida pero el viejito inofensivo era el Dr. Fernández. Poco tiempo más tarde, el Prof. C. Oberti, a cargo de Histología, me llamó y me dijo que lo acompañara al Hospital Universitario. Allí, en Neuro- logía estaba hospitalizado el Prof. Fernández. Me emocionó verlo de nuevo. Parecía un niño. Le preguntamos qué necesitaba y sorprendentemente nos pidió que le lleváramos un block de dibujo y lápices de color, lo que hicimos al día siguiente. Pasaron varios días y resolvimos ir a verlo de nuevo. Al no encontrarlo en su cama, buscamos al médico de sala. Su solo semblante ya nos dijo que el Prof. Fernández había partido. El neurólogo, abriendo su escritorio nos extendió un block de dibujo y dijo: Creo que esto es para ustedes. Imagino que el Profesor hizo estos dibujos para que quedaran de legado a su Cátedra. Oberti y yo quedamos impactados al ver los más perfec- tos y policromados esquemas de sistematización nerviosa imaginables, que en sus últimos días de enfermedad ocuparon la mente del Prof. Fernández. Espero que esas láminas aún se conserven en algún sitio de la antigua Cáte- dra de Histología. 111 Mi actividad de ayudante alumno se empezó a centrar más en Biolo- gía, donde finalmente solicité ingresar al Laboratorio de Inmunología que dirigía el Prof. Gustavo Hoecker. Tengo de esos días excelentes re- cuerdos. Amigos de hoy y siempre como Alicia Ramos, Fernando Morgado, Pablo Rubinstein, Carlos Moreno y muchos más se agolpan en mi memo- ria. Recuerdo que pasaba largas horas mirando al microscopio placas de aglutinación (no entendía bien para qué) y llenando de cruces y signos convencionales, enormes hojas de protocolos experimentales. Peor aún 54

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