Huella y presencia (tomo III)

Entendemos a la educación como una "acción", una acción apoyada por el educador, pero fundamentalmente realizada por el educando. Toda for- mación es autoformación. La tarea del educador consiste en apoyar el creci- miento interno del educando con el fin de lograr su autonomía. Cualquier intento de forzar este crecimiento interno, ya sea sometiendo la educación a una doctrina férrea o a un esquema rígido, no constituyen sino ultrajes que implican una creciente dependencia de factores externos. Esta depen- dencia a su vez implica una progresiva atrofia del impulso natural a crecer y de la sensación placentera al respecto. Llevada, por el contrario, como apo- yo externo a un proceso de desarrollo natural interno, la educación conlle- va el placer del descubrimiento de la autovalencia , tanto en lo intelectual, como en lo espiritual y mora l. La percepción de esta autovalencia constituye la garantía para la continuidad del desarrollo pe rsonal hacia la formación de un ser auténticamente responsable, no por imposición, sino por libre determinación y convicción. La autoformación se logra a través del diálogo, incluyendo el diálogo consigo mismo (o con la almohada). Más aún, el compromiso consigo mis- mo representa la condición previa para alcanzar la excelencia. La adquisi- ción real de conocimientos, el desarrollo de la conciencia y la perfección del espíritu son resultados del diálogo. La Universidad, se supone, represen- ta el lugar del diálogo socrático sin límites de sesgo ni de tiempo. A través de la comunicación, libre y grata, todos aprendemos. La Universidad no es un establecimiento educacional, sino una comunidad de estudios, dijo e l Profesor Dr. Luis Izquierdo. Yel Rector Donjuan Gómez Millas inaugura el año univer- sitario 1956 con palabras de evidente validez actual: Con frecuencia se nos apli- can conceptos económicos y administrativos apropiados para el buen funcionamiento de cualquier otra empresa pública o privada, porque se olvida lo que somos por esen- cia: una comunidad de trabajo colectivo extremadamentefluida y variada, cuya mi- sión es poner la verdad, la belleza y la esperanza en la existencia de la nación, a la cual sirve directamente, y de la humanidad, a la cual está ligada por valores univer- sales irrenunciables. Ella vive con máxima autenticidad la comunicación humana debido a su tarea formadora y a su afán de develar la verdad en un ambiente de libertad de diálogo y de respeto a toda hipótesis de trabajo intelectual y de posibilidad de acción valiosa. El término comunidad implica que sus miembros se prodigan afecto y apoyo en su propósito común, en este caso, el estudio. No se aviene el anonimato con la Universidad. Un diálogo real incluso obviaría, por ejemplo, la necesidad de fiscalizar los estudiantes por parte de los docentes, más aún si los controles se usan preponderantemente como acicate para el estudio. Por su carácter fiscalizador, las pruebas internas entraban el diálogo y distancian al docente del estudiante. El apremio por la nota le dificulta al estudiante investigar su propia verdad y definir su propio proceso de aprendizaje. 47

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