Huella y presencia (tomo III)

DR. RI•:Nt'. ARTIGAS la gran satisfacción y orgullo, de ser invitado a Lima, para ser yo quien le rindiera al Dr. Bazán, el homenaje en una gran y solemne ceremonia por haber obtenido el premio COSAPI 2000, entre más de 350 oponentes. Pre- mio que es el más apetecido en Perú. Fue providencial la visita del Dr. Bazán y sus consejos puestos en práctica, los que rápidamente se hicieron notar, pero de todas maneras muy lejos de ser un resultado halagador, pero que en todo caso fue el inicio de la corrien- te de enfermos hacia el binomio que formábamos con la enfermera. Poco tiempo después, la Sociedad de Cirujanos de Chile, presidida por el Dr. Leonidas Aguirre Mac-Kay, invitó al Dr. Fortunato Benaim, Director del Instituto de Quemados de Buenos Aires, a dictar en Santiago un Curso sobre Quemaduras, de tres días de duración. Dada mi gran amistad con el Presidente de la Sociedad Chilena de Ciru- gía Plástica y Reparadora, Dr. Sergio Vidaurre, con quien habíamos sido compañeros de curso en la Universidad, fui designado "attaché" del Dr. Benaim. El Curso fue extraordinario, allí aprendimos desde el diagnóstico diferencial de las quemaduras, toda la fisiopatología que ignorábamos, los métodos de curación y tratamientos complementarios, etc. Nada quedó en el tintero. Se puede decir que este fue mi primer "tuteo" con los niños que- mados. Al año siguiente, en abril de 1960·, en el Hospital Manuel Arriarán, se abría la Primera Unidad de Quemados del País, con 5 camas, gracias al Dr. lnostrosa, quien gustoso cedió dos piezas de Pensionado, para instalar allí los 5 niños quemados que estaban repartidos en distintas salas del Servicio. Poco después, en mayo de 1963, una inolvidable tragedia enlutó para siem- pre al Servicio de Cirugía: la explosión de dos cilindros de gases anestésicos provocó la destrucción e incendio del pabellón quirúrgico, ocasionando la muerte de dos pequeños pacientes, cuatro cirujanos y dejando gravemente heridas a todo el personal auxiliar que allí laboraba. Este accidente, entre otras consecuencias, obligó a reemplazar lo des- truido, construyéndose cuatro nuevos pabellones quirúrgicos en el área orien- te del Servicio, los que fueron habilitados con una donación de los Estados Unidos y toda la zona destruida por la explosión se reconstruyó, destinán- dolo a la ampliación de la Unidad de Quemados, la que ahora tenía capaci- dad para 16 camas, además provista de una sala de balneoterapia y de ofici- na. Música ambiental para entretención de los pacientes; al fondo un gran acuario con peces de colores y un precioso y gran cuadro pintado por la Sra. Carmen Johnson, madre de una de las pacientes que allí se atendía. Este local fue inaugurado a fines de 1964. El estímulo que significaron estas nuevas instalaciones fue mayúsculo. Pronto nuestro trabajo se hizo conocido, los resultados obtenidos mejora- ron ostensiblemente gracias a los consejos y enseñanzas del Dr. Benaim, como al hecho de la concentración de los pacientes y el que todos ellos recibieran idénticos cuidados. 37

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