Huella y presencia (tomo III)

HUELLA Y l'Rt~~ENCIA 111 cumplía siempre con mucho rigor, la explicación, que no deseo darla yo, se encuentra en el prólogo de una Tesis de Grado sobre "Tratamiento de las Quemaduras", publicada algunos años antes, allí se lee: "La curación de las lesiones producidas por el calor no han sido hasta ahora, sino resultados apenas mediocres. Ninguno de los procedimientos empleados alivia al que- mado en forma efectiva, la cicatrización se obtiene al cabo de un tiempo largo y al final la reparación deja cicatrices viciosas que afectan la estética o la función, que son incurables". La fiel descripción de este panorama de los pacientes quemados, explica con crudeza la justificación de esta ley no escrita. Fue así como y por qué me vi obligado a atender los primc:ros pacientes quemados que vi en mi vida, lo que me significó un violento shock pues no estaba preparado para afrontarlo y no contaba con la ayuda que esa emer- gencia requería. Los primeros resultados obtenidos fueron copia fiel del prólogo de la Tesis referida, pese a contar con una enfermera de lujo por su dedicación y cuidados que brindaba a estos pacientes, me refiero a la Sra. Elena Santander, quien fue siempre un gran apoyo y celosa vigilante de la evolución de estos pacientes. Como me sintiera incapaz de avanzar y al mismo tiempo sentir el sufri- miento de esos pequeños, que no lograba mitigar, solicité al Dr. Inostrosa que se comunicara con el Dr. Emilio Aldunate Phillips, J efe del Departa- mento de Cirugía Plástica del Hospital Salvador, para que me recibiera en su Servicio. Allí permanecí seis meses día a día al lado de este Gran Señor de la Cirugía Plástica, pero que desgraciadamente en su Servicio, la gran mayo- ría de los pacientes eran portadores de secuelas y no pacientes agudos, pero en todo caso de gran provecho en el aprendizaje de la movilización de los tejidos y tratamiento general de estos pacientes, lo que de todas maneras mejoró mucho mis conocimientos tan primitivos. De regreso al Hospital Manuel Arriarán, poco cambio se realizó en pa- cientes agudos, pero fue evidente la mejoría en el tratamiento de las secue- las. Así las cosas, el Prof. Gilberto Morey,Jefe del Servicio de Cirugía Infantil del Hospital del Niño de Lima, Perú, viajó a Santiago por tres días. Aquí fue atendido por su gran amigo, el Dr. Inostrosa. El Dr. Morey viajó acompaña- do de uno de sus jóvenes ayudantes, el Dr. Augusto Bazán Altuna, pidiéndo- le al Dr. Inostrosa que si fuera posible le asignara uno de sus ayudantes para que lo acompañara y así le hiciera más placentera su estada en Chile, ya que a nadie conocía. Fui designado su "cicerone" dado que también era uno de losj óvenes del Servicio. Poco después de iniciado este mutuo contacto, supe que el Dr. Bazán era elJefe del Departamento de Quemados, en el Sen'icio de Prof. Morey, desde ese instante el tema quemaduras ocupó el 100% de nuestras conversaciones y así aprendí en pocos días lo que me habría demo- rado años de otra manera. La amistad y el permanente intercambio de noti- cias con el Dr. Bazán dura hasta el día de hoy. A principios de este año tuve 36

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